Las visiones y misiones en sus inicios se sustentan con Dios mismo y su Espíritu Santo. Pero, .....
4 de octubre de 2018
LOS EVANGÉLICOS EMPEZAMOS A ASUSTAR.
Estaba hoy escribiéndole a un querido
hermano para pedirle que participase con una ponencia en el próximo Congreso
Iberoamericano por la Vida y la Familia; buscaba cómo explicarle muy brevemente
quiénes somos en esta organización, y eché mano de una buena carta de
presentación: este artículo de un medio argentino:
Leer que somos “uno de los espacios
de lobby político evangélico más poderoso de América Latina” es, sin duda, muy
estimulador, teniendo en cuenta que tenemos sólo tres años de vida. Pero además
todo el artículo aporta datos interesantes que nos permiten entender algo más
sobre cómo nos ven a los evangélicos en general en Iberoamérica.
Desde luego, hay un reconocimiento
explícito de la irrupción de los evangélicos en la vida social y política y hay
algo que nos sorprende porque no es lo que buscamos: en algunos entornos
empezamos a despertar temor. Pero lo que sí buscamos es capacidad de influencia
desde la libre confrontación de propuestas y la persuasión, y ahí estamos
llegando: se reconoce que estamos pisando con fuerza en la arena pública.
Ahora bien, del análisis del artículo
me preocupa un calificativo: somos para la autora “los antiderechos”. Es una
descalificación gratuita porque si por algo hemos luchado los evangélicos es
por la defensa de los derechos; jamás hemos reclamado privilegios –a diferencia
del lobby LGTBI– y cada avance democrático que hemos conquistado lo hemos
compartido con los demás, desde la libertad de conciencia hasta la de
expresión, desde el derecho a la educación universal y gratuita (en la escuela
nos repugna tanto el adoctrinamiento católico del pasado como el actual de la
ideología de género) hasta la laicidad –pero no el laicismo dogmático–, desde
la separación iglesias/estado hasta la abolición de la esclavitud.
Y, consecuentes con esta tradición de
la que nos sentimos orgullosos, hoy seguimos luchando por el reconocimiento de
derechos para los más débiles e indefensos, y no hay nadie más indefenso que el
niño no nacido, ni ningún derecho es más básico que el derecho a la vida.
Me preocupa igualmente que se nos
pretenda encajar en la parte más a la derecha del espectro político, cuando no
somos tributarios ni de la izquierda ni de la derecha, y hay evangélicos
destacados en todos los sectores de ese espectro.
Caricaturizarnos como ”antiderechos”
o “ultraconservadores” es un deplorable recurso dialéctico propio de quienes
huyen de la confrontación de ideas poniendo por escudo la descalificación
gratuita del otro; sería de esperar una más elevada calidad en la argumentación.
Pero hay algo que aprender de esto
también: no podemos permitirnos dar pretexto alguno a este tipo de apelativos
descalificadores. En efecto, por una parte, no podemos caer en la trampa de
bendecir sin criterio a la derecha sencillamente porque la izquierda nos ataca.
Por otra parte, debemos abandonar el discurso defensivo y construir uno
proactivo, con propuestas que demuestren que siempre nos ha interesado el
progreso humano en todos los terrenos; eso sí, los evangélicos jamás hemos
aceptado los dogmas y ahora tampoco aceptaremos que nadie nos imponga
dogmáticamente qué es progresista y qué es retrógrado, ni mucho menos que nadie
decida por nosotros lo que debemos creer; ni nosotros ni nuestros hijos.
POR XESÚS MANUEL SUÁREZ
Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL.
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