30 de enero de 2009

¿Qué puedo hacer si mi familia no acepta que me case por la iglesia cristiana?

Ora por tu familia, declara con fe que tú y tu casa servirán al Señor, que tu futuro matrimonio será luz para ellos.

Pregunta:

Hace seis años conocí a mi novio y tenemos planes de casarnos. Cuando lo conocí, yo no asistía a la Iglesia Cristiana pero ahora asisto con él. He aprendido mucho desde que voy a Casa de Dios; mi familia es muy católica y hasta el momento no me habían dicho nada, cuando yo les comente que me quiero casar por la iglesia Cristiana no lo aceptaron, me sentí mal por mi familia. No se que hacer.

Respuesta:

La palabra del Señor nos da una clave poderosa para influir en la conversión de nuestra familia en 1 Pedro 3:1 “...si algunos de ellos no creen en la Palabra, que puedan ser ganados más por el comportamiento de ustedes que por sus palabras, al observar su conducta íntegra y respetuosa.” Aunque en el contexto de este pasaje se esta hablando del matrimonio, sin duda alguna lo podemos poner en práctica con otras personas.

Cuando nos hemos convertido al Señor, nuestra familia es la primera en estar a la expectativa del nuevo cambio (más aún si ellos no se han convertido), por lo que enfrentamos 2 grandes retos al mismo tiempo, primero: perseverar en la búsqueda de Dios y segundo: lidiar sabia y pacientemente con los comentarios que nuestra familia o amigos cercanos, expresan constantemente acerca de nuestra decisión de seguir a Cristo. Sin embargo, esto va a ser posible si buscamos ser transformados genuinamente por Dios por medio del amor y la obediencia a su Palabra y nos esforzamos por perseverar en ellos.

Efesios 4:21-26 “Por eso, ya no vivan ni sean como antes, cuando los malos deseos dirigían su manera de vivir. Ustedes deben cambiar completamente su manera de pensar, y ser honestos y santos de verdad, como corresponde a personas que Dios ha vuelto a crear para ser como él.”

Al haber un cambio genuino que brota desde nuestro interior, nuestra nueva vida en Cristo se vuelve deseable para aquellos que nos rodean por que están gustando de los nuevos “buenos” cambios que hay en mi carácter, en mis hábitos, en mis respuestas... ahora tengo más amor, más paciencia, gozo verdadero, fe y un Padre celestial que me llena y responde a mis necesidades ¡Que novedad de vida! De esta manera nuestra familia verá que lo que vivimos no es una religión, no solo se trata de ir un domingo a la iglesia, se trata de que conocí a Jesús, le di mi vida y ahora soy una nueva criatura, por lo que ellos también desearan entregarle su vida a Jesús ya que han entendido que no sólo se trata de un “cambio de religión” si no de una decisión de transformación que nos beneficiará a todos.

Ora por tu familia, declara con fe que tú y tu casa servirán al Señor (Josué 24:15), que tu futuro matrimonio será luz para ellos, un ejemplo y que a través de ustedes ambas familias serán transformadas. Por medio de ti Dios ha iniciado un cambio poderoso en tu familia… Y mientras ese momento llega, pide al Señor sabiduría y fortaleza de carácter para que con todo el respeto que debes a tus padres, puedan resolver las diferencias en armonía entre ustedes y sobre todo buscando agradar a Dios por sobre todas las cosas.

Por Sonia Luna.
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27 de enero de 2009

En pos de lo imposible.

Una visión cumple un papel fundamental porque vuelve a colocar ante nosotros la imagen de lo que podríamos ser si escogiéramos darle a Dios la libertad que le corresponde como nuestro creador.

La manera en que el Señor entrega a sus hijos una visión refleja la inagotable creatividad con que ha engendrado los mismos cielos y la tierra. En algunos casos, como los de Isaías, Daniel, Ezequiel o Juan, los que la recibieron se vieron envueltos en una dramática experiencia que los trasladó a una dimensión que pocos hombres han visto. En otros casos, como la de los patriarcas, Josué y David, la visión vino por medio de una palabra que Dios les habló. En la vida de Samuel, José y los hombres sabios del oriente, las visiones llegaron por medio de sueños. Los discípulos, al caminar con el Hijo de Dios, tuvieron oportunidad de percibir una visión echa carne, pues Jesús les afirmó: «El que me ha visto a mí, ha visto al Padre» (Jn 14.9). En un caso en particular, el de Moisés, la visión le fue entregada en dramáticos encuentros en los que Dios hablaba con él «cara a cara, como habla un hombre con su amigo» (Ex 33.11).

Cometeríamos un error si insistiéramos que una visión debe llegar por algún camino en particular. En lo que no parece existir duda alguna, sin embargo, es sobre el valor de una visión en movilizarnos hacia la relación que Dios anhela cultivar con cada uno de nosotros. De hecho, el autor de Proverbios no duda en señalar: «Donde no hay visión, el pueblo se extravía» (29.18 – NVI). Es decir, si no existe una orientación divina para el hombre, andará descarriado, perdido, desorientado.

Una visión cumple un papel fundamental porque vuelve a colocar ante nosotros la imagen de lo que podríamos ser si escogiéramos darle a Dios la libertad que le corresponde como nuestro creador. Nos salva de deambular de un lado para el otro en la vida, arrastrados por las inestables corrientes de un mundo sin rumbo.

Tan importante es el impacto de la visión que el Señor comparte una con nosotros cada vez que escoge dar a conocer su corazón. A Abram mandó que contara las estrellas del cielo y la arena del mar para que pudiera captar las dimensiones del pueblo que formaría de sus entrañas. También a Isaac y Jacob, como herederos de la promesa, les reiteró esta visión. La visión cobró tal fuerza en los descendientes de Abraham que José, quien pasó la mayor parte de su vida en Egipto, solicitó ser enterrado en la tierra que Jehová había jurado a sus padres. Cuando Moisés apareció, cuatrocientos años más tarde, el Señor cautivó su corazón con la descripción de una tierra que fluye leche y miel, una descripción que volvió a reiterar al pueblo, al menos, dieciséis veces.

La historia de Moisés, sin embargo, también nos ayuda a entender cuál es el problema principal que enfrentamos frente a una visión. Cuando esta nace en el corazón mismo de Dios, el contraste entre el sueño que presenta y la realidad que vivimos es tan inmensa que, en ocasiones, nos parece imposible poder alcanzarla. Que un hombre anciano, sin hijos, se convierta en el padre de una multitud tan numerosa como la arena del mar parecía, más bien, una burla. Que los israelitas, hundidos en una opresiva esclavitud, pudieran llegar algún día a morar en «una tierra con grandes y espléndidas ciudades que tú no edificaste, y casas llenas de toda buena cosa que tú no llenaste, y cisternas cavadas que tú no cavaste, viñas y olivos que tú no plantaste» (Dt 6.10–12) parecía una verdadera utopía. El solo pensar en esta visión despertaba en ellos un torbellino de preguntas: «¿Cómo nos darán permiso para irnos?; ¿quién nos conducirá hasta allá?; ¿cómo podremos vencer a los moradores de aquella tierra?, etcétera, etcétera»

Del mismo modo, cuando el Señor declara que hemos sido «predestinados a ser hechos conforme a la imagen de su Hijo» (Ro 8.29), y que nuestro llamado nos ofrece la increíble oportunidad de «llegar a ser partícipes de la naturaleza divina» (2Pe 1.4), se manifiesta en nosotros un fuerte escepticismo. Estamos de acuerdo con que él ha prometido darnos vida, y vida en abundancia (Jn 8.32), pero la verdad es que la mayoría de nosotros no creemos que la podremos saborear durante los años que transitaremos en esta tierra.

Una visión de lo alto, sin embargo, no habla de lo imposible, sino de lo posible. Constituye un error fatal, sin embargo, creer que la posibilidad de su implementación descansa sobre nuestros capacidades. La visión que Dios imparte es una que describe cómo será la vida cuando él haya realizado en medio de nosotros las obras que se ha propuesto.

Cada vez que Dios ha compartido una visión, sin embargo, quienes la recibieron se han sentido tentados a mirarse a sí mismos para ver si es realizable. Inevitablemente lo que vemos no nos inspira, pues nuestras insuficiencias y debilidades están siempre a la vista. Cuando nuestras dudas y preguntas ganan sobre la visión de Dios ocurre una de las grandes tragedias en la vida espiritual. Acabamos, como el hermano mayor en la parábola del hijo pródigo, trabajando con amargura para lograr algo que se obtiene por otro camino enteramente diferente: descansar en la certeza de que nuestras vidas están en manos de un Dios que se especializa en convertir lo imposible, en posible.

Por Christopher Shaw

Gentileza: Desarrollo Cristiano.
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22 de enero de 2009

MEXICO: EVANGELICOS CONVOCAN MARCHA POR LA PAZ.

La Alianza Ministerial Evangélica Cristiana de Coatzacoalcos, convocó a la ciudadanía a participar en la marcha por la “Paz y Libertad de esta ciudad”, que se efectuará el próximo 24 de enero a las 16:00 horas, y partirán en la avenida Zaragoza, a la altura de Pedro Moreno y terminarán en el parque Independencia.
La directiva de la Alianza, integrada por el Salvador Amador como presidente, pastor José Dorantes como Tesorero; el pastor Mario Tagle como vicepresidente; Saúl Catana como secretario, anunciaron que la marcha no es para protestar, sino para expresar ante Dios y pedir paz a la ciudad y al país.

Se pedirá la libertad de todos los flagelos como la prostitución, delincuencia, asesinatos y delincuencia.
Al terminar la marcha se realizará un acto cívico en el que el alcalde, Marcelo Montiel Montiel, refrendará la entrega de las llaves de la ciudad a Jesucristo, acto que se efectuará en el parque Independencia.

En torno a lo sucedido con el abuso cometido presuntamente por el Padre Chucho, opinaron que se tiene que tener cuidado como ministros del culto público del comportamiento que presentan.

“Es muy fácil decir: no me vean a mí, es muy fácil decir yo también cometo errores” desde el momento en que se tienen la responsabilidad se tienen la obligación de tener una conductora intachable, desde el momento que se tiene de manifiesto la conducta deshonesta no es digno de ejercer un culto”

La crisis religiosa ha sido todo el tiempo, se habla de una transformación que viene a través de Jesucristo y también lamentaron lo que acontece con los migrantes, pues son abusados por personas “sin sentimientos”.

Anunciaron finalmente que el cuatro de Febrero visitará un evangelista de talla internacional y se comunica que la entrada gratis, se trata de Morris Cerullo que ofrecerá la conferencia: “Fuego fresco sobre la ciudad de Coatzacoalcos”

Fuente: Noticias Cristianas.
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19 de enero de 2009

Dios Puede Salvar (Mighty To Save) - Hillsong

Dios Puede Salvar (Mighty To Save) - Hillsong.
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Fe y razón.

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Me pregunto si no será temeridad el intento de abordar el tema en un artículo que forzosamente ha de ser más bien breve. Toda simplificación de los conceptos inevitablemente produce lagunas, incluso desfiguraciones. Pese a ello, algunas consideraciones elementales sobre ambos conceptos me parecen una necesidad. Sigue habiendo multitud de personas que se sienten turbadas ante la relación fe-razón. Ven esa relación como antagónico enfrentamiento, como una disyuntiva inevitable: «O la fe o la razón». La consecuencia es que una de las dos sucumbe ante la fuerza de la otra, con lo cual se produce un empobrecimiento, y quizá una turbación mayor. No se les ocurre a tales personas que la conjunción no necesariamente ha de ser disyuntiva. Puede ser copulativa, como en el título; no fe o razón, sino fe y razón. No contraposición excluyente, sino complementariedad armonizadora.

La primera dificultad con que tropezamos es que los conceptos (razón y fe) son imprecisos y polivalentes. Ello nos obliga a concretar el significado de ambos y a observar sus efectos, especialmente en la experiencia religiosa.

La razón
La Real Academia de la Lengua define la razón como la «facultad de discurrir», y «discurrir» (en su 4ª acepción) como «reflexionar, pensar, hablar cerca de una cosa, aplicar la inteligencia». Puede concretarse más diciendo que es la capacidad del intelecto humano para desarrollar una actividad mental organizada mediante la asociación de ideas, la inducción y la deducción de inferencias. Es precisamente esta facultad lo que distingue al ser humano del resto de animales. En la perspectiva cristiana es vista la razón como uno de los dones más preciados otorgados al hombre por el Creador. No puede, pues, ser menospreciada, y menos aún anatematizada. Sin embargo, cuando es elevada a la categoría de árbitro incuestionable en el campo del pensamiento se cae en el racionalismo, doctrina según la cual el único órgano adecuado o completo de conocimiento es la razón. En la esfera del pensamiento sólo importa lo que puede ser demostrado, con lo que se descarta toda religión subjetiva.

En el curso de los últimos siglos el racionalismo ha ido evolucionando hacia formas que han trascendido el mundo de las ideas y de la lógica (empirismo, positivismo, existencialismo, cientificismo, etc.), pero subsiste el apego a lo demostrable. De ahí el arraigo del escepticismo, el agnosticismo o incluso el ateísmo en la sociedad de nuestros días. En el proceso se ha puesto de manifiesto que el racionalismo en cualquiera de sus formas yerra en su metodología cuando intenta aplicarlo al fenómeno religioso, pues los elementos esenciales de éste trascienden los límites de la razón. Ningún argumento racional puede probar la Trinidad de Dios, ni la encarnación de su Hijo eterno, ni el misterio de su muerte, ni lo cierto de la vida eterna. Pero de igual modo ningún silogismo puede probar lo contrario. Pretender que la razón tenga la última palabra en cuestiones que escapan a su dominio sería como querer sacar el agua de un estanque con una excavadora. Esta máquina es maravillosa para extraer tierra y rocas, pero no para sustituir a una bomba hidráulica. En la búsqueda de la verdad debe tenerse en cuenta que, según el tipo de verdad, debe escogerse el método para alcanzarla. No desvariaba Pascal cuando se refería a «razones que la razón no comprende».

Por otro lado, no se debe descartar la posibilidad de que, como señala la Biblia, la capacidad racional del hombre haya sufrido un serio deterioro a causa de la caída humana y el alejamiento de Dios. En palabras del apóstol Pablo, «(los hombres) se hicieron vanos en sus razonamientos y su necio corazón fue entenebrecido» (Ro. 1:21). Por lo general, el ateísmo o cualquier otra forma de rechazo de la fe cristiana no se debe tanto a razonamientos equilibrados como a modas de pensamiento o a motivos morales. La mayoría de personas no rechazan el Evangelio porque sea irrazonable, sino porque les disgustan las implicaciones de su mensaje. Aceptarlo pondría fin al «vive como quieras» que ha presidido su conducta.

Resumiendo lo concerniente a la razón: es una facultad preciosa que toda persona debe usar. No es sensato minusvalorarla alegando una superior espiritualidad. John Stott acuñó una frase luminosa: «Creer es también pensar». Pero, por otro lado, la razón, magnífica sierva, no puede convertirse en señora que domine absolutistamente todas las áreas del pensamiento. En el plano religioso no puede prescindir desdeñosamente de la fe, que también tiene mucho de razonable. Posiblemente sobre la razonabilidad de la fe cristiana escribiré en algún artículo próximo si Dios lo permite. Ahora me limitaré a completar el presente «tema» con el elemento que nos queda por considerar:

La fe
Se dice que nadie puede vivir sin fe de algún tipo. Cierto. Si subo a un avión para deplazarme a un determinado lugar es porque CREO que la perfección técnica del aparato y la pericia del piloto hacen que el vuelo, con muchas probabilidades, se realizará normalmente. Si estoy enfermo y me pongo en manos de un médico es porque CREO que sus conocimientos pueden contribuir a mi curación. Pero el verbo «creer» -al menos en el léxico cristiano- tiene un sentido más profundo. Es expresión no sólo de una creencia, sino de una experiencia religiosa. Es fe en Dios, en Cristo, en su Palabra. Determina mis ideas, pero también mis sentimientos, mis actitudes, mi comportamiento en una acción integradora de todos los elementos de mi personalidad.

Esencialmente la fe cristiana es conocimiento, asentimiento, confianza y entrega: conocimiento de la verdad revelada y transmitida por la Palabra escrita; adhesión mental a su contenido; confianza en que la Palabra de Dios es la verdad y, sobre todo, confianza en Dios mismo y en su fidelidad para cumplir sus promesas. La manifestación final de la fe es la entrega del creyente a Cristo, su Salvador y Señor, para servirle con gratitud. Todo ello no es resultado de razonamientos por parte del creyente. Proviene de la Palabra de Dios (Ro. 10:17) oída, creída y aceptada. En ese proceso la actuación del Espíritu Santo es decisiva. Sin embargo, esa acción no excluye la reflexión de la mente a medida que la Palabra la ilumina. De lo contrario sólo tendríamos la «fe del carbonero»; llegaríamos a creer sin saber concretamente qué ni por qué. No obstante, conviene estar prevenidos contra al peligro de caer en el dogmatismo. La fe debiera estar siempre abierta a una comprensión más amplia y profunda de la verdad.

¿Puede considerarse esta fe compatible con la razón? Indudablemente, siempre que se recuerde el carácter de la una y de la otra, así como las limitaciones de la última. La fe generada por la Palabra de Dios trasciende lo natural, lo visible y lo temporal para introducirnos en lo sobrenatural, lo invisible y lo eterno. Según la carta a los Hebreos, «la fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve» (He. 11:1), y como ejemplo, la misma epístola menciona a Moisés, quien «por la fe se mantuvo firme como viendo al invisible» (He. 11:27). Pero dentro de este orden sobrenatural la fe no anula la razón; simplemente la supera; instruida por la Palabra, llega adonde la razón no puede llegar. Por tal motivo, la razón debe respetar el plus de conocimiento otorgado a la fe, del mismo modo que la fe ha de honrar a la razón y beneficiarse de los apoyos que en algunos momentos puede prestarle. La apologética cristiana, mayoritariamente, así lo ha entendido, como se ve en la historia de la Iglesia. Aunque autores como Tertuliano, preconizaron un divorcio total entre la fe y la filosofía, muchos otros han aplaudido la fides quaerens intellectum, la fe que busca entender, aun reconociendo que la fe es una fuente inestimable de conocimiento. Anselmo de Canterbury confesaba: Credo ut intelligam, creo para comprender. Y a esta máxima añadía: «Deseo, Señor, comprender tu verdad que mi corazón cree y ama. Porque no busco entender para poder creer, sin que creo para poder entender». Sin duda, se hacía eco de la fórmula de Agustín: Intellige ut credas, crede ut intelligas, entiende para creer y cree para entender.

Y si alguien persiste en un racionalismo excluyente, resistiéndose a creer lo que no ve o entiende, hará bien en reflexionar sobre las palabras de Jesús al incrédulo Tomás. «Porque me has visto, Tomás, has creído. Dichosos los que no han visto y, sin embargo, creen» (Jn. 20:29).

Por José M. Martínez – Pensamiento Cristiano.
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14 de enero de 2009

Los hijos no necesitan ni “Hiperpadres” ni "colegas" como modelo.

No están ausentes, pero en ocasiones desertan. Muchos padres y madres, además de guardar en la cartera las fotos de sus hijos, tienen la sensación de llevarlos a cuestas. Suelen ser padres condescendientes, colegas en lenguaje coloquial, o hiperpadres. Son amigos, animadores sociales y, si son perfeccionistas y tienen tiempo, profesores domésticos, pero no siempre ponen límites a los afanes consumistas de sus hijos.

A no ser que su bolsillo flaquee, prefieren comprar un juguete o la chuchería de turno que repetir cada tres minutos en un tono sereno que no pueden tener todo lo que ven.

"Se le da un papel de adulto” al niño en decisiones guardadas para los padres, como la cesta de la compra. “No hay un modelo de autoridad saludable", añade Ana Sáenz, psicóloga vinculada al centro Marie Langer. Sáenz vive en Bilbao, está integrada en la red de psicología Procesos Correctores Comunitarios y colabora con colegios e instituciones. "Para crecer los niños necesitan sentirse seguros y autónomos, pero muchos padres desconocen las necesidades vitales de cada periodo. Se les exige mucho en ciertos aspectos y se les sobreprotege en otros", asegura.

SIN PRESENCIA
A la mayoría de padres no les falta criterio, pero no saben decir “no” sin enfadarse. Otros pasan en pocas horas de ser padres modélicos a sentirse víctimas. "Prefiero no enterarme de algunas cosas para no estar todo el día de gresca", afirma el padre de una adolescente. "Paso del grito a la autocompasión y hasta empiezo a hablar sola por el pasillo", admite la madre de un chico preadolescente y otro al final de la ESO.

En algunas familias el padre o la madre son figuras desvaídas, fotocopias que podrían imantarse en la nevera junto a los recados urgentes. "Juan, mañana tienes examen de Cono... Estudia, no me seas vago". Su papel es insustituible, pero a veces les resulta ingrato, grande, aplastante tener que asumir ciertas responsabilidades, cuando chocan con el deseo de los hijos. Les cuesta ejercer y mantener cierta insobornable autoridad. Pero si ellos dejan de ser padres, sus hijos se quedan huérfanos y sin referentes, advierte Emilio Calatayud, magistrado del Juzgado número 1 de Granada.

EL OTRO EXTREMO: HIPERPADRES
En el otro extremo, o mezclado con ese modelo amable, se encuentran los hiperpadres, arquitectos mentales de completos currículos de futuro para sus vástagos. Pintura, música, baloncesto. ¿Qué más?

Algunos parecen estar examinándose cuando juegan con sus hijos. ¿Lo están haciendo bien? Todo les parece poco. ¿Todo por sus hijos, pero sin sus hijos? "¿Qué clase de niños quieren?", pregunta Sáenz. "El modelo que se les propone es el de la sociedad de consumo, aquello que funciona. Por ejemplo, se niega la pubertad, etapa en la que salen afuera y se despiden de su infancia. Se busca que pase cuanto antes y se adelanta la adolescencia por influencia de la televisión. Se les roba así parte de su niñez y se les empuja a adoptar un prematuro rol juvenil". En definitiva, dan bandazos e incluso adoptan ellos el papel de niños, haciendo como que lloran o imitando sus rabietas, apunta Sáenz. "¿Qué autoridad muestra un adulto que actúa así? Algunos niños pueden pensar: ´¿Y éste es el que me cuida?".

Nunca hubo padres tan informados, pero algunos siguen cursillos y hasta exploran en Internet foros educativos. En especial cuando sus hijos llegan a la ESO. "Mereció la pena mientras fue pequeño. La fiesta acabó con la adolescencia", afirma una madre. La clave la da Alicia Fernández-Zúñiga, psicóloga y directora del Instituto de Lenguaje y Desarrollo (ILD), en Madrid: "Lo que no hagas cumplir antes de la adolescencia será imposible exigirlo después".

NIÑOS QUE NO RECIBEN UN “NO” POR RESPUESTA
"Yo soy padre de mis hijos, no su colega", dice el juez Calatayud. "Por temor a ser autoritarios nos da miedo decir no", continúa. Emilio Calatayud reconoce que es más fácil ser juez que padre. "Hay que poner límites a los hijos desde el primer minuto de vida. Luego cuesta más", avisa. A veces los padres se descuidan y el chaval díscolo acaba en el juzgado. "Hay un empeño en judicializar todo, pero por suerte el 80% de los jóvenes que cometen delitos no son delincuentes", explica. Se refiere a chicos que han cogido una moto ajena, han cometido un pequeño robo o han participado en una pelea.

Suele imponerles castigos en beneficio de la comunidad, sea el cuidado de discapacitados o la limpieza de espacios públicos. Quiere que sean conscientes de sus actos y que entiendan que hay que ser solidarios y no depredadores. Se convierten así en voluntarios forzosos durante un tiempo. En algunos casos, la sanción incluye sacarse el graduado escolar o terminar la enseñanza obligatoria. La mayoría no reincide. Un 20% entra en una espiral peligrosa.

"Claro que hay que poner límites claros y sencillos. Muchos niños no calculan bien las consecuencias de sus actos, no tienen perspectivas. No podemos renunciar a señalar límites en situaciones cotidianas", opina Carlos Espinosa, docente e inspector de Educación en Málaga. "Estoy a favor de las sanciones integradoras y no de los castigos desintegradores", prosigue. "Echarle de clase si molesta sólo sirve para que el chaval pierda el tiempo, pero encargarle que recoja las pelotas del patio, o de todas las pilas del colegio para llevarlas a reciclar, sí es útil", agrega. Espinosa es coautor del libro “Los niños y jóvenes del tercer milenio”, y sostiene que los alumnos son cada vez más espabilados y curiosos, aunque no conecten con el saber formal o no siempre sean buenos estudiantes.

Al igual que el juez Calatayud, Espinosa ha tratado tanto a muchachos de ambientes marginales como a ‘chicos malos de buenas familias’. Entre unos y otros hay abismos, advierte, aunque coincidan en los juzgados. Los primeros crecen entre carencias y son rebeldes, "pero van por otros derroteros", dice. Los hijos de clase media que maltratan a niños y ancianos sin que sus músculos se alteren son maestros de la simulación y suelen ser más peligrosos. "Con muchos de ellos las técnicas educativas fracasan, son maltratadores, y hay que combinar distintas terapias", sostiene.

NORMAS QUE MARCAN LA TRAYECTORIA
"Hay una tendencia a dejar hacer", reconoce Alicia Fernández-Zúñiga. Pero “es preciso establecer unas pautas y cumplirlas. Está demostrado que los niños que siguen unas normas crecen más seguros que los que carecen de ellas. Los que no las incorporan se vuelven más tiranos, no más seguros", señala. Fernández-Zúñiga observa que el cachete es ya algo infrecuente.

Emilio Calatayud registra desde hace unos cuatro años un incremento de violencia familiar protagonizada por menores, así como grabaciones de peleas entre compañeros en el móvil, como si fuera un hito. Percibe también una mayor participación de niñas en episodios violentos dentro del ámbito familiar. Y al mismo tiempo, situaciones de violencia de género en primeras parejas. "En alguna ocasión ha habido que dictar órdenes de alejamiento de sus ex novias a chicos de 14 o 15 años", reconoce.

El juez piensa que en la todavía joven democracia española "se insiste más en derechos que en deberes, lo que favorece todo tipo de contradicciones, hasta caer en el absurdo". No entiende cómo se le ha condenado a la madre de Jaén que pegó a su hijo de 10 años a un año de alejamiento. "Supongo que la condena se ha fundamentado en el artículo 173, pero quizá habría que volver a redactarlo. Está muy bien corregir sin atentar contra la integridad física, pero también hay que ejercer de padre o madre", sostiene.

LA IMPORTANCIA DE ENCONTRAR MODELOS
Por su parte, Carmen Loureiro, psicóloga de Nexo y colaboradora del Centro Abierto Tomillo, en Madrid, recuerda que "el estrés, la inmadurez emocional de los padres y la confusión entre las necesidades de los niños y las que nosotros les atribuimos, confluyen en reprimendas inútiles que lastran la verdadera comunicación. Algunos fantasean sobre cómo deben ser sus hijos y se frustran si no cumplen sus expectativas. Olvidan que un niño necesita sentirse aceptado y saber que el amor de sus padres es incondicional", agrega.

"La falta de conciliación está en la raíz de los problemas", opina una experta en educación de la Fundación Tomillo que trabaja ahora con hijos de inmigrantes. "Con 12 años, hay niños que pasan la tarde solos, o con una cuidadora. Los niños aprenden a través de modelos y si no lo encuentran en sus padres traspasan al grupo de iguales sus expectativas. Las habilidades comunicativas de los padres son decisivas: su actitud cuenta tanto como sus palabras. Sin embargo, muchos llegan cansados después de relacionarse con sus compañeros y sus habilidades aparecen menguadas".

Los niños son esponjas y captan cada gesto, recuerda Loureiro. "No están peor educados que antes, lo que sucede es que hay que dirigir sus emociones desde la motivación", concluye.

ALGUNOS CONCEPTOS PRÁCTICOS PARA LOS PADRES
- Hijos y padres tienen igual dignidad, afirma Jesper Juul (“Los valores para la familia de hoy”), pero no son iguales. Los niños necesitan el liderazgo de sus padres. Un faro que emita señales claras y reguladoras.

- Con niños poco dispuestos, más que iniciar una batalla campal por los deberes, hay que fragmentar tareas: "Ahora estudiamos, luego hacemos algo que te guste, y volvemos a estudiar", sugiere Alicia Fernández-Zúñiga.

- "Se lo he dicho ya..." Hay que repetir con firmeza (y sin ira), lo que esperamos de los niños.

- Nuestros abuelos decían siempre "no" (por seguridad) y los padres de hoy "sí" (por seguridad), señala Juul. Hay que decir "sí" o "no" por convicción.

- Las familias españolas apenas reconocen conflictos. Un 23,7% forma un núcleo unido; un 42,9%, coexiste de modo pacífico, y un 15% es problemática (Estudio Gerardo Meil/La Caixa).

Fuente: El País. Redacción: ACPress.net
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13 de enero de 2009

¿Quién eres tú?

Cómo reaccionamos ante la oportunidad de ser reconocidos, tomados en cuenta y respetados?, ¿cuáles son nuestras actitudes o acciones cuando dicho reconocimiento o «popularidad» nos alcanza aunque no lo hayamos buscado? ¿Cómo debemos manejarnos en estos nuevos ambientes? ...

En la historia bíblica se destacan tres preguntas hechas por Dios que, sencillamente, me impresionan; y no es precisamente la pregunta, sino lo que ella revela al que es cuestionado. La primera se hace en el huerto del Edén, Dios cuestiona a Adán después de su caída: «¿dónde estás?», la segunda, es la pregunta que Jesús le hace a los discípulos de Juan el Bautista, cuando por instrucción de este comenzaron a seguirlo, la pregunta en esta oportunidad fue: «¿qué buscan?». Y la tercera la tenemos en la muy conocida historia de Jacob, cuando después de pelear con él, Dios le pregunta «¿cómo te llamas?»

Estas tres preguntas, que Dios mismo hizo a estas tres personas, me mueven a averiguar qué buscaba con ellas; ¿información?, esta posibilidad se descarta, porque estaríamos afirmando que Dios no sabe todas las cosas como siempre hemos creído; o, ¿desafiar luego de redargüir? Creo que detrás de estas preguntas hay un desafío directo del Señor a sus siervos. No son para que Dios obtenga información, sino para hacer a la persona consciente de su realidad en cuanto a dónde está, qué busca y quién es ella, tras la búsqueda de sus propias respuestas.

¿Dónde estás? no es más que ¿cuánto estás creciendo?, ¿cómo está tu vida espiritual hoy?, ¿cuánto has madurando? Es una confrontación directa al lugar donde nos encontramos desarrollando el ministerio ¿arenas movedizas o terreno firme?

¿Qué buscas? Esta pregunta nos desafía a discernir con toda honestidad qué nos mueve verdaderamente a servir a Dios. ¿Buscamos los beneficios —títulos puestos, reconocimientos— que él nos da o lo buscamos a él?, ¿y si no hubieran «beneficios», seguiríamos amándolo?

¿Cómo te llamas? Sin lugar a duda es la pregunta más relevante. Desafía a la persona a indagar en lo más íntimo y a contestar con honestidad. Debe hacerlo como lo hizo Jacob cuando dio su nombre, pues en realidad lo que confesó fue «soy un engañador». Responder a esta pregunta no es tarea sencilla. Es la misma respuesta que debemos dar a la pregunta ¿quién eres?

La pregunta ¿cómo te llamas? provoca el deseo de conocer a la persona en su interior. ¿Quién eres?, ¿quién eres cuando estás a solas? y ¿quién eres cuando estás frente las multitudes?, ¿quién crees que has llegado a ser?

Si es o no completamente honesta la respuesta a cada una de estas tres preguntas, solo lo apreciaremos al considerar quién es la persona que las hace. Cuando es Dios mismo, no hay posibilidad de escapar, de mentir, o de cambiar de algún modo la historia. Como Dios conoce todo lo que está escondido para el ojo humano, no hay nada qué hacer, no hay alternativa, debemos decir la verdad acerca de dónde estamos, qué buscamos y quiénes somos. Delante de la presencia de Dios siempre nuestra realidad sale a la luz. Pero lo verdaderamente curioso es que, cuando son las demás personas las que hacen las mismas preguntas, ya sea por orgullo, por jactancia o por gloria, muchos de los líderes contestan más de lo que debieran. Esto se observa cuando algunos predicadores invitados son presentados antes de su exposición, tal pareciera que el cielo se detiene para dar paso al «súper hombre» de Dios.

Es justamente en este asunto que Juan el Bautista nos da un gran ejemplo de humildad cuando lo interrogaron acerca de su identidad. Es sobre esta pregunta que reflexionaremos en este artículo: ¿Quién soy?

Este es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron de Jerusalén sacerdotes y levitas a preguntarle:
—¿Quién eres tú? Él confesó y no negó. Confesó: —Yo no soy el Cristo.
Y le preguntaron: —¿Qué, pues? ¿Eres tú Elías? Dijo: —No soy. —¿Eres tú el Profeta? Y respondió: —No.
Entonces le dijeron: —¿Quién eres? Tenemos que dar respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo?
Dijo: —Yo soy «la voz de uno que clama en el desierto: Enderezad el camino del Señor», como dijo el profeta Isaías. Juan 1.19–23

Los que interrogaron a Juan eran hombres. Pero no simples hombres, sino sacerdotes y levitas. Con ellos era preciso quedar bien Con los altos jerarcas, con los pastores, con los líderes muchos buscamos alardear de grandeza. Que sepan que tenemos también lo nuestro. Pero a diferencia de lo que yo personalmente hubiera dicho, Juan responde a la primer pregunta con un: «Yo no soy el Cristo.» Y si observamos bien, la pregunta que le hicieron fue otra: ¿Quién eres tú? Nunca le preguntaron que si era el Cristo. Pero Juan previendo lo que ellos suponían respondió directamente y sin rodeos. Permítame parafrasear lo que me parece que Juan dijo: «Ni crean, ni siquiera lo piensen, yo no soy y nunca seré el que es grande en verdad, Jesucristo.» Fue su forma espectacular de no arrogarse una dignidad mesiánica que solo el Mesías posee, «ser la estrella de la historia». La actitud opuesta a la de Juan preocupa en gran manera, solo basta ver cada presentación de «siervos» que actualmente se da en algunas iglesias del Señor, que más bien parecen ellos los dioses y Dios el siervo. Son «siervos» con corazón de señor.

Entonces, cuando nos pregunten ¿quién eres?, podemos seguir el ejemplo de Juan el Bautista, «Jesús es el que importa, no lo que yo sea, o lo que yo haga». ¡Es lo que él hizo lo que importa, no lo que yo hago! No quiero con esto caer en extremos. Por supuesto podemos informar sobre lo que hacemos, pero este no es el problema, sino la actitud con la que anunciamos «todo lo que tenemos» como si en verdad fuera por nuestro propio poder que tenemos ciertos logros.

Con la segunda y tercera pregunta —¿Eres tú Elías? ¿Eres tú el Profeta?— respondió con la misma actitud. Juan engrandece de nuevo el nombre de Dios al responder con sencillez: «No.» Y reafirma con su corta respuesta que el reino de Dios no se trata de quién es él, sino de quién es el que lo envió. Al ver los sacerdotes y levitas que no podían atraparlo en sus palabras le preguntan de nuevo: «¿Quién eres?» «¿Qué dices de ti mismo?» Y Juan dice una de las frases más significativas para la vida de todo cristiano; en el versículo 23 afirma: «Soy la voz de uno que clama».

¡Sencillamente impresionante! Se define como uno. Solamente eso. Soy uno de los tantos que aman a Dios. Soy simplemente uno que quiere ayudar a que la gente busque a Dios. Soy uno entre los millones que sirven al Señor en este mundo. Soy solo eso, uno. Declara que es uno, no el «único». Hay una marcada diferencia entre ser uno a ser el único. Si hubiera dicho que era el único, hubiera hablado con arrogancia, mentira, fraude, engaño.

Ante esta conciencia de Juan no puedo evitar recordar a Elías, que lloraba en una cueva quejándose ante el Señor porque se creía el único que no había doblado sus rodillas a Baal. La respuesta del Señor tuvo una mezcla de confrontación y humor al decirle que él no era el único, sino que además de él había nada más y nada menos que siete mil personas que tampoco habían doblado sus rodillas a Baal. No solamente Elías, sino también nosotros mismos creemos a veces que somos los únicos en el mundo, que nuestra iglesia es la única, y que incluso nuestro ministerio pareciera, a nuestra propia mirada, que es el único capaz de tocar vidas.

Y para hacer un cierre de película, en el versículo 25, cuando cuestionan su ministerio: «¿Por qué bautizas, si tú no eres el Cristo, ni Elías, ni el Profeta?», Juan vuelve a hacer de las suyas al dar una respuesta que va más allá de la pregunta. Juan confiesa en el versículo 26: «Yo bautizo en agua, pero el que viene después de mí ... ni siquiera soy digno de desatar la correa de su calzado.» Para Juan el Bautista nunca fue importante su trabajo, Jesús era todo. Su misión era menguar, era «desaparecer». Por eso fue capaz de nunca buscar hacer méritos para ser reconocido, para ser aplaudido o apreciado por lo que hacía. Por el contrario, hizo todo su esfuerzo para que quitaran de él la mirada y la posaran en aquel a quien debían mirar, a Jesús.

Buscando ser honesto, abriendo mi corazón al máximo, si yo en este tiempo estuviera ocupando la posición de Juan el Bautista e igualmente fuera interrogado ¿Quién eres?, quizás las siguientes hubieran sido algunas de mis respuestas:


Para la honra y gloria de mi Señor, soy el único que conoció a Jesús desde que estaba en el vientre de mi madre. Incluso me regocijé cuando supe que él estaba frente a mí en el vientre de su madre. Y fui lleno del Espíritu Santo por mi propio primo Jesús.
Soy el mensajero de Dios. Pero no como muchos otros mensajeros que andan por ahí; yo soy diferente. Incluso soy el único que bautizo en el Jordán, los demás ni «Jordán» tienen. Me parece impresionante, que Dios me haya dado exclusivamente el ministerio del bautismo de agua. Gente de todos lados viene a bautizarse, incluso confiesan sus pecados delante de mí. Claro… todo esto lo cuento para la gloria de Dios.

Soy uno que tiene un ministerio de avanzada, confronto a la gente y miles se convierten a Dios. Dios me eligió así, con este carácter. He logrado hacer convocatorias multitudinarias, tengo un gran liderazgo, y soy un modelo para muchos. Estoy pensando en hacer un programa de radio y bautismo por internet. Lo que no sé es cómo hacer con el agua, pero vamos adelante. Quizás me dé resultado.

He desarrollado el «modelo del bautismo». Cada día asisten más a las aguas. De seguro es el bautismo de multiplicación. Estamos tratando de abrir algunas sucursales bautismales. Además estoy a punto de publicar un libro llamado Un bautismo sin berreras.
Jesús, refiriéndose a mí, dice que soy antorcha que arde y alumbra, y además afirma que no ha habido otro como yo sobre esta tierra. Claro, lo cuento no para que hagan una doctrina de esto, sino para que vean cómo Dios me está usando. ¡Bendito sea su nombre!
Yo tengo un espíritu diferente que muchos no entienden, vine en el espíritu de Elías. Es decir, «se ponen a cuentas con Dios o los quemo a todos...»
Mis últimas conferencias sobre bautismo han logrado que llegue a muchos otros países de habla hispana. Ahora queremos bautizar en el mar Caribe, en algunos ríos grandes de la región y, si podemos, en el Mar Muerto.

Parece risible, pero en realidad así nos escuchamos cuando nos preguntan quiénes somos. Dejamos de glorificar a Dios y nos vestimos con el traje de «siervos» en busca de aplausos. Dando honor a nuestros logros, nuestros títulos, nuestras posiciones. Sin acordarnos de que nada de esto tiene sentido sin Jesús.

Consiervos, líderes y pastores, volvamos a vivir el evangelio en el que el grande solo es Jesús. Volvamos a morir si es que nos bajamos de nuestra cruz, para que nosotros disminuyamos y del único que hable la gente sea de él.

Por Marco A. Vega

Gentileza: Desarrollo Cristiano.
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LA AMISTAD Y EL AMOR


No existe mejor amigo que quien invento la amistad! Ciertamente la mayor cercanía a lo que "EL AMOR" representa lo es "LA AMISTAD" No es fácil tener amigos verdaderos y mucho menos serlo! Desde siempre e creído que la amistad es la expresión mas cercana al amor pues están directamente relacionadas y por eso es tan difícil encontrarlo en estos dias, pero de algo estoy seguro “Podemos experimentarla” Todos a lo largo de nuestras vidas hemos experimentado sentimientos de amistad por alguien, muchas veces en nuestra infancia, a medida que crecemos, pues siempre encontraremos a quienes por gracia de Dios nos llenen de sentimientos de respeto, cariño, comprensión, solidaridad y amor. La amistad verdadera siempre estará ligada a Dios pues no podría existir sin su prototipo. Jesús nos muchos escritos sobre la amistad y por supuesto, nos alentó a buscar de ella

Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando.
Juan 15: 12 – 14
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Quien puede ser mas amigo que Dios?? Quien puede ser mas amigo que Jesús quien nos enseña verdaderamente quienes son los amigos? Es que acaso el amigo es el que te señala por tus errores o el que te exhorta en amor a corregir todo? Es amigo quien te acompaña mientras tienes o el que se preocupa por ti cuando no tienes? Marcos Vidal en su salmo de amistad nos dice que los amigos son como guerreros del tiempo sin temores a los leones en la arena romana. Ahora me es imperioso el Preguntarte.. Eres tu un buen amigo? Pueden compararte a Jesús como un buen amigo? Eres un buen amigo de Dios? Darías la vida por el? Seria cuestion de buscar de nuestras vidas lo mas hermoso para tratar de brindarcelo a quienes queremos! A quienes se lo merecen y a tambien a quienes no! pues ejemplo tenemos de parte de Jesus.. Nadie se merecia el sacrificio que el hizo por nosotros pero por su incomparable amor nos regalo la esperanza de vivir eternamente a su lado. Simplemente es menester el acercamiento a Jesus para una mejor relacion tanto con el como con quienes te rodean! Recuerda que
¿No sabéis que la amistad con el mundo es enemistad con Dios? Por tanto, cualquiera que quiere ser amigo del mundo se constituye enemigo de Dios.. Santiago 4 Dios te bendiga Grandemente y nos permita tener a Verdaderos amigos y por sobre todo ser nosotros ejemplo de ello. Atte: Cantorum
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Gentileza: "Cantarle a Dios es mas Gratificante".
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MARCOS BRUNET EN ANTOFAGASTA.

MARCOS BRUNET EN ANTOFAGASTA, VARON QUE HA VISITADO NUEVAMENTE NUESTRA CIUDAD, NOS BENDICE Y LANZA PALABRAS PROFETICAS EN POS DE NUESTROS HERMANOS. BENDECIMOS SU VIDA Y SU MINISTERIO.
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