30 de mayo de 2008

Dios paciente, misericordioso y fiel.


I. Lectura del Antiguo Testamento

“Moisés labró dos losas de piedra como las primeras, madrugó y subió al amanecer al monte Sinaí, según la orden del Señor, llevando en la mano las dos losas de piedra. El Señor bajó en la nube y se quedó con él allí, y Moisés pronunció el nombre del Señor. El Señor pasó ante él proclamando: El Señor, el Señor, el Dios compasivo y clemente, paciente, misericordioso y fiel, que conserva la misericordia hasta la milésima generación, que perdona culpas, delitos y pecados, aunque no deja impune y castiga la culpa de los padres en los hijos, nietos y bisnietos. Moisés, al momento, se inclinó y se echó por tierra. Y le dijo: Si gozo de tu favor, venga mi Señor con nosotros, aunque seamos un pueblo testarudo; perdona nuestras culpas y pecados y tómanos como heredad tuya.” N. B. E.

Éxodo 34: 4- 9.

II. Lectura del Nuevo Testamento

“Dios amó tanto a la gente de este mundo, que me entregó a mí, que soy su único Hijo, para que todo el que crea en mí no muera, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no me envió a este mundo para condenar a la gente, sino para salvarla. El que cree en mí, que soy el Hijo de Dios, no será condenado por Dios. Pero el que no cree ya ha sido condenado, precisamente por no haber creído en el Hijo único de Dios.”

Según Juan 3: 16- 18.

III. Comentario pastoral

El concepto Éxodo, forma latinizada de “éxodos” señala todo un acontecimiento en forma progresiva, motivado por sujetos; y, éstos, inspirados por una Divinidad. No es fácil dejar la tierra donde hemos hundido nuestras raíces aún cuando ésta, no sea la tierra que nos haya visto nacer; no es fácil aceptar una propuesta de salida, sobre todo, si en el lugar en que nos encontramos hay comida y un espacio de habitación familiar

Viendo, desde el ahora, retrospectivamente, nos informamos de un cúmulo de salidas, suscitadas en los cuatro puntos cardinales y justificadas por causas, sueños, aspiraciones y ambiciones en un mundo mejor.

La vida como tal, es un entrar y un salir permanente, alcanzar horizontes para vislumbrar nuevos horizontes. Hay salidas difíciles, desafiantes e indispensables en la vida; sobre todo, porque son “un paso a la libertad, al disfrute de los derechos universales y a la plenificación de la dignidad humana”; ejemplo de esas salidas, encontramos en el Éxodo, libro que relata la salida de los israelitas de Egipto.

Según el Éxodo, Dios ve la aflicción del pueblo, y se dispone a caminar por delante, por detrás y al lado de ellos, asumiendo misiones específicas como: liberador de esclavos, luchador social contra una de las potencias de su época (Egipto) y abogado1 del derecho del pueblo sin derecho en Egipto. El Dios de la justicia actúa en Moisés, Aarón, María, la profetisa, hermana de Aarón y en muchos hombres y mujeres anónimos, amantes de la justicia y la libertad; a través de ellos y ellas es como Dios libera a los israelitas de la esclavitud egipcia.

El Faraón egipcio se resiste en dejar salir a los israelitas. Después de varios intentos fallidos, el pueblo logra salir e iniciar el camino a la libertad. Lógicamente, ese camino a la libertad es desafiante; requiere remar contracorriente, avanzar en medio de los obstáculos y necesidades. Al respecto, comenta Luis Alonso Schökel: “El último acto (del éxodo) se desenvuelve en un escenario cósmico: un desierto hostil que se dilata a la espalda, un agua amenazadora que cierra el paso al frente, un viento aliado que cumple las órdenes de Dios. En la batalla cósmica se consuma la derrota de un ejército prepotente y la salvación de un pueblo inerme…Estos capítulos (del éxodo) se clavan en la memoria del pueblo, convirtiéndose en modelo o patrón de sucesivas liberaciones.”2

Los israelitas que abrazaron la propuesta de liberación vieron la mano de Dios magnífica y lo que hizo a los egipcios en el Mar Rojo, por lo que temieron a Dios y decidieron fiarse de Él y de Moisés, su siervo. Al otro lado del Mar Rojo, los israelitas cantaron: “Cantaré al Señor, sublime es su victoria, caballos y carro ha arrojado en el mar. Mi fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi salvación. Él es mi Dios: yo lo alabaré; el Dios de mis padres: yo lo ensalzaré. El Señor es un guerrero, su nombre es el Señor……..”3

Los perseguidores de los israelitas habían perecido en el camino por intervención Divina. Ahora, era necesario continuar el camino a la tierra prometida. Llegar a ese punto geográfico implicaba atravesar el desierto, lugar desamparado e inhóspito donde el pueblo es puesto a prueba para templar el aguante y precisar esa rendija de esperanza más allá del desierto. La falta de comida y agua fue más que suficiente para que el pueblo altercara contra Moisés; éste, consulta con confianza y esperanza en su Dios, y Él se hace presente en el maná y en el agua que sale de la roca. En el desierto los israelitas se encuentran verdaderamente con Dios y lo conciben como El que camina con ellos guiando cada uno de sus pasos, protegiéndolos de sus adversarios en el camino, supliendo sus necesidades básicas y dándoles un Código de leyes referentes a la vida cúltica y a la vida social. En ausencia de Moisés4, el pueblo olvidó lo que antes había dicho al conocer los preceptos de Dios: “Haremos todo lo que manda el Señor y obedeceremos”, y dijeron a Aarón: “Anda, haznos un dios que vaya delante de nosotros; pues a ese Moisés que nos sacó de Egipto no sabemos qué le ha pasado.” Inmediatamente Dios le dice a Moisés: “Baja del Monte, que se ha pervertido tu pueblo. Se han desviado del camino que yo les había señalado.” Moisés bajó con las tablas de la ley y al acercarse al campamento y ver lo que estaba pasando, enfurecido, tiró las tablas de la ley y las rompió. Después de este incidente, Moisés intercedió por el pueblo ante Dios y tomó la decisión de levantar una tienda que él denominó “Tienda del encuentro”, y una vez más le pide a Dios que le enseñe el camino que ha de seguir con todo el pueblo.

Con este breve recorrido histórico llegamos al capítulo 34 de Éxodo donde se hace alusión a la Nueva alianza o renovación del pacto de Dios con su pueblo. En los primeros tres versículos leemos la ordenanza de Dios a Moisés: lábrate dos losas de piedra como las primeras: yo escribiré en ellas los mandamientos que había en las primeras, las que tú rompiste. Mañana subirás al monte Sinaí5 y espérame allí, en la cima del monte.

Los versículos 4 al 9 relatan la obediencia de Moisés puntualizando tres momentos sucesivos y articulados:

Subió al monte Sinaí según lo ordenado por Dios.

El Señor bajó en la nube y se quedó con él allí.

Moisés, al momento, se inclinó y se echó por tierra.


En los capítulos 19 y 24 vemos que Dios le pide a Moisés subir al Sinaí para darle las losas de piedra con la ley y los mandatos para instruir al pueblo. En el capítulo 34 leemos que Dios le pide a Moisés subir nuevamente al Sinaí, ya no para darle las losas de piedra, sino para escribir en dos losas de piedra que Moisés tenía que prepararlas y cargarlas hasta la cima del Sinaí, probablemente para recordarle que no debió haber roto las que Dios hizo anteriormente. A diferencia del capítulo 24 que dice “cuando Moisés subió al monte, la nube lo cubría, y la gloria del Señor descansaba sobre el monte Sinaí” el capítulo 34 dice que “el Señor bajó en la nube y se quedó con Moisés en el Sinaí”. El encuentro de Dios con Moisés en el Sinaí tiene sus particularidades: Moisés pronunció el nombre del Señor de acuerdo a la experiencia vivida en ese encuentro, el Señor pasó ante él autoproclamando su ser y quehacer: El Señor, el Señor, el Dios compasivo y clemente, paciente, misericordioso y fiel, que conserva la misericordia6, que perdona culpas y castiga.

La auto- proclamación del ser7 y quehacer8 de Dios tiene como trasfondo la actitud de desobediencia de los israelitas cuando Moisés se ausentó de ellos. En medio de las infidelidades del pueblo, Dios permanece fiel a sus promesas y se revela misericordioso, clemente y compasivo.

La fórmula auto- afirmativa de Dios de los versículos 6 y 7 deriva probablemente de tiempos de Exequias. En tiempos difíciles fue una fuente de aliento tanto la misericordia de Yavé como su firmeza en enjuiciar a los injustos.9

De los conceptos inmersos en la auto- afirmación del ser y quehacer de Dios, comentamos únicamente dos, considerando que los demás son sinónimos de los comentados.

La noción de misericordia evoca el seno materno, y por consiguiente el movimiento interior y las emociones que siente la mujer. Es un concepto que nos recuerda el amor- afecto que la mujer siente por su hijo o hija. Esto nos lleva a imaginarnos lo que siente Dios por sus hijos e hijas sin importarle las equivocaciones de éstos en el camino de la vida.

El concepto amor (hesed) pertenece al lenguaje típico de la alianza y de las relaciones que se derivan de ella, y sirve para definir o cualificar las relaciones mutuas establecidas entre las partes de una alianza. Es un concepto polisémico, al igual que los demás; denota también gracia, bondad, ternura, fidelidad, gesto de asistencia.

La misericordia, asistencia y fidelidad de Dios es permanente; ningún gesto humano es capaz de transformarla. La actitud castigadora10 de Dios que encontramos en varios textos de la Biblia forma parte de la misericordia y bondad de Dios hacia los seres humanos.

En reacción a la auto- proclamación de Dios, Moisés, al momento, se inclinó y se echó por tierra. Y le dijo: Si gozo de tu favor, venga mi Señor con nosotros, aunque seamos un pueblo testarudo; perdona nuestras culpas y pecados, y tómanos como heredad tuya.

El Señor, había caminado con ellos. Nunca los abandonó. Las experiencias de crisis que vivieron en el camino tenían como propósito calar la solidez de su confianza y dependencia en el Dios Salvador. La presencia de Dios es manifiesta en todo el camino y de muchas maneras. No siempre como a los humanos nos gusta.

Lo relevante en el éxodo es la actitud misericordiosa de Dios, que cual Madre tierna, bondadosa y asistente, acompaña a sus hijos e hijas en el largo camino que tienen por delante.

Reynaú Omán S. Marroquín, México
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16 de mayo de 2008

Carlos Saavedra Martínez - Necesidad de Adorarte.


Necesidad de adorarte

Solo a ti sea la gloria mi señor,
En estos momentos tengo la necesidad de adorarte y alabarte.
Tú eres el camino para nuestros corazones.
Mis rodillas firmes, se doblegan ante ti, y para ti.

Eres mi único Rey y Dios,
Confieso ante ti, y el mundo, que tú eres el señor.
El vivir para ti, cada vez se hace más necesario.
Mi espíritu tranquilo descansa contigo.

Se que me amas como yo a ti,
Se que nos buscas para servirte y servir a los demás.
Tu perdón en la cruz, no fue en vano,
Creo en ti.

Tú presencia, esta presente,
Estoy con un corazón dispuesto para ti.
Lejos muchas veces hemos estado de ti,
Pero, tú con un beso una vez más nos perdonas.

Después de mi largo viaje estoy aquí mi señor, mi salvador.

Por: Carlos Saavedra Martinez

Mis bendiciones para todos los que creemos en el.
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8 de mayo de 2008

Cash luna - Sólo así tendrás éxito.


Insistimos en pensar negligentemente y pensamos en la escasez y creemos que es sinónimo de humildad, en vez de ser valiente para salir adelante

Estuve hablando del poder de la insensatez. La Palabra nos dice que tiene un mal adentro; y esa palabra en el original es la misma que se usa para demonios. Desata una fuerza demoníaca en la vida de la gente. A veces, tus finanzas se ven afectada por una fuerza de estas, porque seguimos siendo insensatos y eso sigue atrayendo a los demonios aunque los reprendamos. ¿Cuándo la mente del ser humano está pensando en tener menos? No piensa en que le den un descenso o dice: “¡qué bendición! me bajaron el sueldo…” O “¡Qué testimonio, tuve que sacar las cosas de mi casa porque no tengo nada!”. Eso es testimonio de algo malo, de a dónde nos puede llevar la insensatez. La mente del diligente tiende a abundancia. No importa que le diga su amigo “evangelicoide,” que tenga otra doctrina. Mire al ser humano que con su insensatez, está destruyendo el planeta, nos acabamos los bosques y no sembramos más, ensuciamos los lagos y no hay modo que los terminemos de limpiar.

Insistimos en pensar negligentemente y pensamos en la escasez y creemos que es sinónimo de humildad, en vez de ser valiente para salir adelante.

Josué 1:4
Mi siervo Moisés ha muerto; ahora, pues, levántate y pasa este Jordán, tú y todo este pueblo, a la tierra que yo les doy a los hijos de Israel. Yo os he entregado, como lo había dicho a Moisés, todo lugar que pisare la planta de vuestro pie. Desde el desierto y el Líbano hasta el gran río Eufrates, toda la tierra de los heteos hasta el gran mar donde se pone el sol, será vuestro territorio.

¿Dios piensa en escasez o en abundancia? Les dijo: “Ahí donde se pone el sol, ahí es tu territorio”. Usted sigue caminando y se mueve el sol, nunca llega a donde está. Dios es ambicioso para darles a sus hijos. Usted camina quince kilómetros, y parece que no va a llegar. Lo que hoy tienes no es todo lo que Dios tiene para ti, Dios tiene algo más, y lo que tengas cada día, Él tendrá algo más. La gente tal vez escucha este tipo de mensaje y dice: “¿Estos qué se creen?” Pero somos hijos del Dios Altísimo. Ese es nuestro Padre. Si lográramos por veinticuatro horas pensar como Él piensa, ¿qué nos podría suceder? ¿Alguna vez ha tenido una discusión con alguien, esta tratando de hablarle de algo y usted le contesta: “yo no pienso así” ¿A cuántos alguien les ha dicho: “Yo no pienso así”? Cuando el diablo les hable de escasez, le debe decir: “Yo no pienso así”. Cuando le hable de enfermedad, de que sus hijos se van a perder, etc., dile lo mismo, “Yo no pienso así”.

Ninguna nación ha salido adelante sin cambiar sus pensamientos. Todos quieren cambiar gobernantes, pero no cambiamos nuestra manera de pensar. La Palabra dice: “Serás bendito en la ciudad y en el campo, en ambas partes, dondequiera que vaya. Yo os he entregado, dice. Verso 5. Mientras caminas para poseer las promesas de Dios, aparecen enemigos, pero les dices que se quiten del camino porque está escrito que ni eso ni nada podrá hacernos frente todos los días de nuestra vida. El Señor cambió el orden: “Como estuve con Moisés, estaré contigo,” pero no en la misma forma. Cuando estaban en el desierto, el Señor les decía: “Cuando la nube se mueve, ustedes se mueven”. Vivian esperando que algo pasara. Eran guiados por una nube. Mucha gente está equivocada diciendo: “Es que la nube se movió”. No hay tales que hoy en día la nube se mueva, eso desapareció con Moisés. Muchas veces, hasta se cambian de iglesia, pues dicen que la nube se movió. La gente dice hoy “siento que la nube…” Se oye tan lindo, tan espiritual… El pueblo en ese entonces, se movía con una nube que ellos veían. Pero cuando Josué oye a Dios y Él le dice: “Como estuve con Moisés, estaré contigo”. Viene Josué y esperó la nube, pero Dios cambió su manera de guiar al pueblo y le dijo: “Todo lo que la planta de tus pies toquen, será tuyo”. Tú no vas donde la nube va, yo Dios voy donde tú vas, yo entro donde tú entres, te daré lo que la planta de tus pies pisen. Si tú te mueves, Dios se mueve. Donde quiera que vayas, estaré contigo. Ahora era al revés, Dios estaba sentado esperando a que Josué caminara. El paraba, Dios paraba. ¿Sabe por qué Dios ha dejado de hacer cosas en su vida? Porque usted ha parado. Ese espíritu emprendedor que tenías, lo dejaste. ¿Dónde lo dejaste tirado? ¿O tuviste una conversación con tu enemigo el diablo que te dijo “algo” y le diste la razón? Hoy vas a recuperar tu espíritu de conquistador. El espíritu que estaba en Josué y Caleb. Dios dio instrucciones precisas a Josué. Dios está conmigo donde quiera que yo vaya. La gente está esperando muchas veces. Creen que Dios los enviará a un lugar lejano a evangelizar, y no empiezan con lo pequeño, con lo que tienen cerca.

“Dondequiera que vayas, Dios va contigo”. Verso 5-9. Nadie te podrá hacer frente, en todos los días de tu vida; como estuve con Moisés, estaré contigo; no te dejaré, ni te desampararé. Esfuérzate y sé valiente; porque tú repartirás a este pueblo por heredad la tierra de la cual juré a sus padres que la daría a ellos. Solamente esfuérzate y sé muy valiente, para cuidar de hacer conforme a toda la ley que mi siervo Moisés te mandó; no te apartes de ella ni a diestra ni a siniestra, para que seas prosperado en todas las cosas que emprendas. Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien. Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas.

La palabra para esforzarse es “chasac”, quiere decir “reparar, rígido, sustancioso, severo”. Es una palabra que insinúa una correcta violencia en nuestra manera de vivir, un esfuerzo. Para “valiente”, utiliza la palabra “amat”, que quiere decir: “valiente, obstinado, alerta, bravo, determinado, coraje, santa terquedad”. Para poseer las promesas de Dios, tenemos que ser obstinados, bravos, valientes, tercos; pero hay unos cristianos hoy que no toman la autoridad como deben. Reprenden al diablo, pero sin autoridad y carácter.

Hemos confundido el amor de Dios. Amor no quiere decir la ausencia de estas cosas, uno tiene que ser firmemente amoroso o amorosamente firme.

La definición de esfuerzo es esforzarse contra una resistencia. No espere salir adelante sin ésta. ¿Por qué oyen de crisis y se asustan, en vez de esforzarse contra esa resistencia?

Juan 3
El que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de los cielos. Si naces de nuevo, puedes verlo, pero no necesariamente vivir en él, porque para establecerlo, se requiere más. Cuando te esfuerzas y eres valiente por cumplir su Palabra, lo vives. Hay gente que nace de nuevo, se sienta en las iglesias, incluyendo esta, y no se esfuerzan. Cuando usted termine el día de trabajo en su oficina, y al final éste usted diga: “Estuvo poderoso, entonces ha empezado a vivir en el reino de Dios”. No sólo lo está viendo, sino viviendo. Cuando dice: “A pesar de todos los ataques que mis hijos han tenido, ahora los veo de pie, triunfadores. Esto sí ha estado poderoso”. Cuando al fin dejes de decir “qué poderoso estuvo el mensaje,” y diga “que poderosamente estoy viviendo,” entonces estás tomando lo que te corresponde, lo que tienes que poseer, lo que te prometió. Otra definición es: “Empleo de elementos costosos en la consecución de algún fin”. ¿Cuándo te vas a esforzar? El equilibrio entre la prudencia y la fe es que puedas decir: “Sólo con esto puedo ahora, pero me voy a esforzar por algo mejor mañana”. Ese es el punto de equilibrio entre fe y prudencia. Empleo enérgico del vigor y buen ánimo para conseguir algo venciendo dificultades. Yo sé que soy valiente y esforzado cuando enfrento dificultades. ¿Cuántos de ustedes quieren ser realmente personas esforzadas y valientes? Entonces debes aceptar la dificultad, ser esforzado y valiente.

Josué 1:6 en adelante Versión al Día
Esfuérzate y se valiente, porque tú dirigirás a este pueblo con éxito y conquistarán toda la tierra que prometí a sus antepasados.

Usted conoce al líder de la empresa, no porque sea el dueño, sino porque guía a la gente con éxito. Usted conoce a un buen catedrático, no porque haga perder a todos, sino porque los saca a todos con éxito. Conoces a un líder de un equipo porque lo lleva a la victoria, así tenga que poner normas de disciplina en su equipo, porque sabe que su equipo es de victoria, y no unos holgazanes. Llegó con su entrenador uno de los jugadores del equipo de baloncesto, y tenía barba. El entrenador le dijo que debía rasurarse si quería jugar. Pero él le dijo que era su decisión el rasurarse o no. A lo que el entrenador respondió: -Tú toma la decisión de conservar tu barba, que yo ya tomé la decisión de conservarte en el banco. Tú usa tu libertad, y yo uso la mía-. Me temo que algunos de ustedes no están educando a sus hijos así. Que su “sí” sea sí, y que su “no” sea no. Conquista una buena familia para Cristo, una buena nación para nuestro Señor. Solamente si te esfuerzas y eres valiente para obedecer al pie de la letra la ley que Moisés te dio, triunfarás. Solamente así tendrás éxito.

No hablemos del éxito en tu oficina, sino del espiritual. Sólo hay una manera de tener éxito, ser esforzado y valiente, teniendo la Palabra en la boca y meditar de día y de noche. Usted sabe 700 versículos y el de la par sólo tres y cumplirlos. ¿Es el conocimiento de que ya sé lo que me lleva al éxito, o el hacer lo que conozco? Normalmente, uno conoce más de lo que hace, pero hay quienes no hacen nada de lo que conocen. Toda palabra que escuches, no será exitosa hasta que no la practiques. Cuando tú compartas del Señor, no se trata de presumir tu conocimiento, o que el otro diga: “Ah, cómo sabe”. De nada sirve saber lo que sabes, hasta que lo pones por obra. Puedes conocer todas las promesas y no haberte apropiado de ninguna. ¿Cuánta gente sabe “por tu herida fuimos sanados,” pero están enfermedad tras enfermedad? Padecemos hoy en el mundo general del síndrome de “cultitis aguda,” gritando “gloria a Dios,” pero necesitamos practicantes de esa Palabra que has admirado, militantes de lo que creen. No es fácil. Quiera Dios que hoy salgas de aquí amando lo difícil, no digo que cuando sea fácil, no lo tomes, pero si esperas que todo sea fácil porque Dios está contigo, estás equivocado. Dios dijo: “Esfuérzate y sé valiente para poseer lo que te prometí. Juré que te lo daría, pero quiero que te esfuerces”. Ese dicho que dice: “Debe ser de Dios porque todo está saliendo fácil…” nada de eso.

Hay diferentes tipos de esfuerzo. Hay uno que haces que es más allá de tus fuerzas. Uno siente, cuando hace ejercicio y se esfuerza, siente que los músculos se le queman. Eres un estudiante que saca 70 u 80, pero dices “me voy a tirar a los 90,” y te desvelas, tienes que leer más horas al día, etc. Por otra parte, hay otro tipo de esfuerzo que se siente, pero normalmente no nos estamos esforzando con nuestras fuerzas. Como cuando estás enfermo, te levantas de la cama, empiezas a sentir todo el cuerpo pesado, te sofocas, y haces un esfuerzo. Dices que te estás esforzando en base a que lo sientes en tu cuerpo, pero lo que sientes es la ausencia de las fuerzas normales que tienes. Y hay momentos en la vida que sientes que te esfuerzas y no lo logras, pero no es que estés por encima de tus fuerzas, sino por debajo de ellas, estás mal, tienes una mala actitud, tienes días de hacer las cosas mal; no es que no aguantes, sino que estás mal. Una cosa es cuando rompes el umbral de tu fuerza para adquirir nuevas, y otra que por el mal estado en que te encuentras, ni las fuerzas normales te salen. Cuando aconsejas a alguien, sabes si llega en sus fuerzas normales y debes motivarlo para que dé un poco más, pero hay otras en que notas que no tienen fuerzas normales para nada, porque estaban mal. A veces, nos tenemos que esforzar para llegar a lo normal. Tuviste un accidente, tu pierna está mal, estás en rehabilitación y haces un esfuerzo, pero es porque estás mal. Por mal que te sientas, el esfuerzo es válido. ¿Cuántas veces has dicho ya no lo aguantas, que no soportas? Estás hablando de tus fuerzas en ese momento y es cuando tienes que decir: “Dios está conmigo, me voy a esforzar y ser valiente”. Recuerdo que ya casado, decidí regresar a la Universidad. A las 7 am., entraba al trabajo, salía a las 5 pm., pasaba a tomarme un café y leía las escrituras, a las 6 pm. Entraba a la Universidad, salía a las 9:30 pm. Y a las 11 pm. tomaba clases particulares de finanzas. Al mismo tiempo, fui campeón en mi trabajo, estaba bien en mi hogar y me gradué con honores en la universidad. Recuerdo que un día después de un examen, llegué al garaje de la casa, y Sonia me encontró agarrado de un tubo, a punto de vomitar.

Terminé mis exámenes privados en la Universidad, y del examen a la plataforma a predicar. La gente a veces me dice “¿Cómo hace para aguantar?” Pero lo he hecho por años, esforzándome por décadas. El resultado de hoy, es el resultado del esfuerzo de los años anteriores. Cuando el ángel del Señor se le apareció a Josué, el mayor premio que podemos tener al esfuerzo de cumplir su Palabra es la presencia misma de Dios, ese es el premio mayor. Mientras meditaba en esta escritura, me recordé de algo: Cuando un soldado va a la guerra y hace un acto de heroísmo, le aplauden, siente satisfacción por aquellos que rescató, por el logro, le mandan una medalla, un oficial mayor le pone la medalla, todo eso lo satisface, pero lo que más le satisface es cuando el presidente entra, y lo saluda y lo reconoce. Créame que servir requiere de aguante, y uno mira las recompensas de servir al Señor. Ahora tienes más empleados que antes, has logrado pagar mejor, te has esforzado por lograrlo y te pueden dar medallas y documentos que te reconocen, diplomas y los puedes colgar en la pared, pero el mayor premio de guardar lo principios del Señor, no van a ser las conquistas, sino cuando te presentes delante del Señor, te salude, te reconozca y diga: “Adelante, Varón valiente y esforzado, en lo poco fuiste fiel, en lo mucho serás puesto, entra”. El mayor premio a la santidad no es el cielo, sino ver el rostro del Señor. La Biblia dice que Sin santidad, nadie verá a Dios. Quizás llegues al cielo, pero nunca lo verás. Pero si te mantienes en santidad, no sólo vas a llegar allá, sino lo vas a ver.

El mayor éxito es que el día que mueres, tengas la vida garantizada con el Señor.

Por: Siervo Cash Luna
www.cashluna.org
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Marcos Witt - Viendo con los ojos del Espiritu.


VIENDO CON LOS OJOS DEL ESPÍRITU
Por Marcos Witt

Hoy quiero escribirle sobre la importancia de ver con los ojos de nuestros espíritu. La Biblia de hecho nos habla de tener "ojos de entendimiento". El Salmista David pidió: "abre mis ojos y mirare las maravillas de tu ley" (Salmos 119:18).


El apóstol Pablo escribió que oraba para que: "....Sean alumbrados los ojos de vuestro entendimiento..." (Efesios 1:18).

Es sumamente importante desarrollar los ojos de nuestro espíritu, porque muchas veces tendemos a ver solamente con nuestros ojos naturales. Y lo que vemos con los ojos naturales a veces no es lo mejor. Puede ser que usted vea problemas que no tienen solución. Es entonces, donde debemos ver con los ojos de nuestro espíritu, para tener una perspectiva diferente, la perspectiva de Dios.

Ahora, la pregunta es ¿cómo desarrollar los ojos de nuestro espíritu? Primeramente enfóquese bien, examine que esta viendo con sus ojos naturales, que esta permitiendo entrar a su corazón. Lo que entra en nuestra vida, tarde o temprano es lo que va a salir. Llénese de la palabra de Dios, de esta manera es que usted se va enfocar en lo que Dios quiere que usted vea. Segundo, sueñe. ¿Que esta visionando para su mañana?, ¿Que esta esperando para su vida?. Tercero, tenga fe. "Es, pues,
la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve" (Hebreos 11:1)

En el amor de Cristo,
Marcos Witt
© Marcos Witt 2004
Houston Tx.
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5 de mayo de 2008

Espíritu, hombre y Dios.

El auge de los movimientos del Espíritu que aspiran a recuperar el sentido de la oración y poner otra vez de moda los retiros espirituales así como los encuentros de meditación y alabanza, no cabe duda que suponen un beneficio general para la Iglesia pues contribuyen a fomentar una espiritualidad necesaria. Sin embargo, uno de los peligros que conlleva esta ola contemporánea de nueva espiritualidad es el de falsificar, sin pretenderlo, al verdadero Dios de la Biblia o sustituirlo por ídolos humanos. Los excesos en este sentido fomentan una interioridad emocional, una vivencia interior intensa, pero que no da lugar a una movilización exterior que provoque un cambio de actitudes sociales o una regeneración moral de la persona.

Con demasiada frecuencia, esta mal entendida espiritualidad da lugar a congregaciones que en el fondo son grupos emocionales dependientes de un líder que es quien les proporciona calor, sentido y participación. Cuando esta persona desaparece, o se equivoca, el grupo tiende a deshacerse porque, en realidad, dependía del pastor más que de Dios. Se había llegado así a idolatrar al dirigente hasta el extremo de que si éste fracasa a nivel personal, toda la congregación fracasa también y se desintegra por completo.

En un mundo secularizado que niega continuamente a Dios, los cristianos evangélicos corremos el riesgo de volcarnos hacia el lado opuesto y crear un espiritualismo desencarnado, una religiosidad que apueste por un Dios ajeno a la historia humana que sólo se haría presente en determinados momentos de oración eufórica, de culto emotivo o alabanza fluida.

Sin embargo, la huida de nuestra tarea en el mundo no será nunca la verdadera religión pura de que nos habla el Nuevo Testamento y que consiste en el amor de “visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo” (Stg. 1:27).

No hay por qué dudar de la autenticidad de muchas actitudes religiosas, ni de la sinceridad del corazón del creyente que ora bajo la influencia del Espíritu Santo, pero sí que es conveniente proclamar que existe el peligro de que extraviemos nuestros caminos y volvamos a cometer equivocaciones parecidas a las de los religiosos de la época de Jesús.

El Maestro denunció la religiosidad espiritualista de los escribas y fariseos que consistía precisamente en hacer lo opuesto a lo que escribió Santiago: “¡Ay de vosotros escribas y fariseos, hipócritas!, porque devoráis las casas de las viudas, y como pretexto hacéis largas oraciones; por esto recibiréis mayor condenación” (Mt. 23:14).

¿De qué sirve participar activamente en cultos muy espirituales si en la vida cotidiana no se actúa con misericordia y amor al prójimo? Lo cúltico, lo espiritual, lo sagrado o lo religioso no pueden sustituir a Dios ni a la responsabilidad que cada creyente tiene delante de él. El culto racional no debe convertirse en una idolatría de los sentimientos o los deseos humanos, ni en una huida del mundo, sino en una acogida gozosa y responsable de nuestra misión en la sociedad. Jesucristo nunca concibió otra forma de rendirle culto a Dios, para él no hay acceso posible al creador del universo fuera de la dedicación y el compromiso con ese reino de la fraternidad.

El creyente no puede pasar de largo ante los caídos en la cuneta de la historia. Toda búsqueda de Dios, al margen de esta suprema ley, acaba tarde o temprano creando a un Dios falso y practicando un espiritualismo anticristiano.

La gloria de Dios no reside en que el hombre le mencione, le cante o le dé culto en determinados momentos, sino que es la vida entera de los seres humanos. Más que hablar, cantar o danzar es vivir cada día con coherencia. La propia vida de los cristianos es el reconocimiento de Dios como Padre que desea plena comunión con sus hijos. Aquellas mismas palabras que un día escucharon los discípulos de Cristo: “¿por qué estáis mirando al cielo?” (Hch. 1:11), resuenan hoy con fuerza sobre todos los empeños espiritualistas.

Es en esta tierra, en la que por desgracia su voluntad todavía no se cumple, donde tenemos la obligación de seguir mirando y donde Dios quiere ser encontrado por cada ser humano. De manera que a Dios no se le debe buscar en el espiritualismo, sino en el Espíritu Santo y en el Cristo humanado.

A Dios tampoco se le puede amar en abstracto o de forma espiritualista. Como escribió el apóstol Juan: “Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?” (1 Jn. 4: 20). El que ama a Dios no puede ignorar a sus hermanos. Sin embargo, los espiritualismos buscan a Dios donde ellos quieren y no donde él espera ser hallado, por eso son tan peligrosos para la Iglesia del Señor ya que pueden privarla de su fidelidad a Dios y de su credibilidad ante los hombres.

Gentileza: Protestante Digital.
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