17 de noviembre de 2008

Historia de las Iglesias Protestantes.

Debido a los errores de la Iglesia Católica, que durante mucho tiempo había estado atesorando bienes materiales y se había empeñado en una lucha por el poder terrenal, las capas sociales más bajas, campesinos, artesanos y comerciantes estaban descontentos con las jerarquías eclesiásticas, que se llevaban el diezmo de sus bienes y de los que prácticamente no recibían nada a cambio.

La vida de lujo y pecado de los cardenales y obispos en Roma era bien conocida por toda la población de Europa e incluso reyes y emperadores sentían rencor al Papado que interfería frecuentemente en el gobierno.

Ya desde el siglo XIII, con San Francisco de Asís, se planteaba la cuestión de si la Iglesia debería acumular riquezas o debería repartirlas entre los pobres.
En el XIV John Wycliffe, en Inglaterra, defendió varias opiniones que atentaban contra la autoridad de la Iglesia, criticando las riquezas del papado y las indulgencias mediante las que los ricos podían comprar el perdón para determinados pecados, incluso por anticipado.
También hizo que la Biblia se tradujera al inglés y encomendó a discípulos suyos, conocidos como Los Predicadores de los Pobres, para que predicaran en inglés, cuando el Vaticano imponía el latín en todas las predicaciones.

Después de muerto, la Iglesia lo consideró hereje e hizo que, 44 años después de su muerte, su cuerpo fuera desenterrado y quemado en la hoguera, pero sus ideas calaron hondo en el ánimo de Jan Hus, un reformista bohemio que inició una campaña contra la Iglesia. Su ejecución por hereje en 1415 provocó una guerra civil en Bohemia que fue sofocada por el emperador y el Papa.

El desarrollo de la imprenta a mediados del siglo XV hizo que las ideas anticlericales tuvieran una mayor difusión y cuando Lutero, en 1517, publicó sus 95 tesis contra las indulgencias papales, pudo difundir sus ideas mucho más que sus predecesores.

Excomulgado por el Papa, condenado por el emperador, perseguido por ejércitos y sacerdotes, Lutero se mantuvo oculto durante más de un año traduciendo la Biblia al alemán y escribiendo panfletos que eran publicados y distribuidos masivamente. El resultado fue una revuelta de los campesinos que pensaron encontrar una liberación de la tiranía eclesiástica. Lutero, sin embargo, no pretendía causar una guerra por lo que publicó un panfleto en el que exortaba a los campesinos a abandonar las armas.
Ante esta actitud de Lutero, muchos nobles se volvieron partidarios suyos.

Tras el fin de la revuelta, Carlos V concedió que cada estado pudiera decidir, dentro de su propio territorio, sobre cuestiones religiosas, pero en 1529 la mayoría católica hizo que se derogase esta norma. Los luteranos elevaron su más enérgica protesta, lo que les hizo ganar el apodo de "protestantes".

Carlos V estaba empeñado en acabar con los luteranos, pero distraída su atención con varias guerras contra Francia y los turcos, no pudo enviar tropas hasta quince años más tarde.
Para entonces ya era tarde: El luteranismo se había convertido en la fé de más de la mitad de la población de Alemania y aunque se perdieron batallas al principio los luteranos consiguieron ganar la libertad religiosa.

De una forma algo más pacífica las ideas protestantes se infiltraron en muchos países europeos, unas veces apoyadas por la burguesía, otras por la nobleza, en ocasiones directamente por la monarquía.

Apenas cincuenta años después de morir Lutero, el Protestantismo había cambiado por completo el mapa de la sociedad.

La idea fundamental del protestantismo es que la Biblia es la Palabra de Dios pero al contrario de lo que siempre afirmaron los católicos, cualquiera puede interpretarla y comprenderla.

Así, libres de la autoridad eclesiástica, los protestantes pueden leer la Biblia y tras meditar en lo que han leído pueden sacar sus propias conclusiones, conclusiones que posteriormente podrán ser discutidas con otras personas.

Esto ha hecho que a lo largo de los años hayan surgido numerosas sectas, cada una con una interpretación distinta de diversos pasajes de la Biblia, pero también ha contribuido a darle un valor al pueblo, libre por fin de la autoridad religiosa, que fue el primer paso para la democracia.

La traducción de la Biblia a los diversos idiomas europeos, favorecida también por el auge de la imprenta, ha contribuido a la difusión de la cultura, haciendo que en los países protestantes el analfabetismo descendiera de forma impresionante.

Creencias y Costumbres
Es difícil determinar todas las creencias protestantes pues al formar decenas de sectas siempre habrá alguna que no comparta ciertas ideas con las demás. No obstante sí puede afirmarse que todas, sin excepción, creen en la Biblia como Palabra de Dios.
Casi todas consideran a Jesús el hijo de Dios y muchas, aunque no todas, creen en la virginidad de María. También el sacrificio de Jesús es considerado por casi todos como un medio de expiar el pecado original.

Sin embargo, a partir de ahí podemos decir que no hay unanimidad en casi ningún otro aspecto aunque hay ideas que se pueden encontrar en varias sectas protestantes.

La mayoría de los protestantes suelen reunirse para el culto en común los domingos, aunque hay algunas sectas que se reunen los sábados o incluso los lunes.

Estas reuniones se llevan a cabo en templos que han sido financiados por los feligreses, aunque algunas sectas prefieren reunirse en la intimidad de sus hogares formando grupos de unas pocas familias.

El eje de las reuniones protestantes es el sermón del ministro de la iglesia, aunque hay sectas donde no hay ministros y son los feligreses los que se turnan para pronunciar varios sermones.

El sermón suele ir acompañado de himnos cantados por todos los feligreses aunque hay sectas que prohiben la música pues la consideran una afrenta al Señor.

Toda esta diversidad ha hecho del protestantismo una filosofía muy versátil y dinámica que puede cumplir las aspiraciones de muchos creyentes, pues después de investigar durante algún tiempo todos los fieles pueden encontrar una secta en la que le resulte más fácil creer.

Fuente: Mas libertad.
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La influencia de los evangélicos en la abolición de la esclavitud en España.

Durante varios años vengo interesándome por un acontecimiento histórico ante el que un cristiano no puede sentirse indiferente. La esclavitud y su abolición son realidades de gran influencia en la historia, con numerosas implicaciones culturales e intelectuales.
Dos grandes épocas de auge de la esclavitud se han producido en la historia, la primera estaba en pleno desarrollo en la época del Nuevo Testamento. La segunda se produjo entre los siglos XVI y XIX. Sin embargo, la esclavitud es una constante en la historia de la humanidad que llega hasta hoy día, a las puertas del siglo XXI en numerosos países y bajo formas, a veces, increíblemente sutiles.

El cristianismo, en sus dos mil años de historia ha tenido una compleja y no siempre fácil relación con esta realidad social. Muchas veces se ha acusado al cristianismo, especialmente en los últimos tiempos, de pasividad, tolerancia e incluso complicidad con la esclavitud antigua. Sin embargo, al comienzo de las investigaciones históricas, hace ya tiempo, sobre la esclavitud en Roma, se solía destacar la influencia del cristianismo en la creación de una actitud antiesclavista. Pero, actualmente, se suele presentar al cristianismo como una fuerza más bien contemporizadora con el sistema económico y social esclavista, a pesar de la clara enseñanza universalista del Nuevo Testamento.

Teniendo estos antecedentes en mente, siempre he sentido una gran curiosidad por el fenómeno de la esclavitud moderna y por saber cómo fue posible que desapareciera. Hace tiempo que descubrí como destacados cristianos de aquella época intercedieron también por los esclavos. Así leí la biografía del antiguo negrero del siglo XVIII, convertido en predicador, John Newton, y cómo éste influyó en Wilberforce, el miembro del parlamento británico que tanto se distinguió en el siglo XIX por su lucha contra la esclavitud, a la que dedicó su vida. Pero me lamentaba que ese ejemplo no se hubiera seguido en nuestro país, que fue el último país europeo en abolir la esclavitud a finales del siglo XIX.

Así, ha sido para mí una revelación, totalmente sorprendente, saber que también hubo evangélicos involucrados en este acontecimiento histórico. Pocos campos del pensamiento evangélico están tan abandonados como su historia. Pero si no somos nosotros quienes la recuperamos, es difícil que alguien se interese por ello. Me ha indignado leer sobre el abolicionismo en España y encontrarme importantes referencias a cristianos evangélicos; pero sin una palabra sobre sus creencias y las ideas que impulsaron sus acciones. Así, la influencia del cristianismo en la abolición de la esclavitud, queda nuevamente oscurecida.

Me gustaría proponer un proyecto de estudio de todos estos personajes evangélicos que participaron en la abolición de la esclavitud en nuestro país y que, desgraciadamente, duermen en el olvido de nuestra sociedad y de los cristianos en particular.
Sería interesante estudiar sus vidas, sus obras, sus ideas, la forma en que su fe influía en su acción abolicionista, y el impacto que tuvieron sobre la sociedad de su tiempo en la lucha contra la esclavitud.

Tengo conocimiento de algunos de estos personajes, pero tal vez haya más, entre ellos hay dos que destacan en una época en la que la sensibilidad hacia la abolición todavía no era muy elevada en España, y que murieron antes de ver la abolición total de la esclavitud:

José María Blanco y Crespo (Blanco-White) (Sevilla, 1775-Liverpool, 1841): escritor y periodista. Vivió en Londres, donde entró en contacto con la iglesia anglicana. En esa ciudad coincidió con Wilberforce y participó en varios grupos antiesclavistas.
Contribuyó al abolicionismo con varios artículos publicados en El Español. Su obra más influyente en este campo fue el Bosquexo del Comercio en esclavos: y Reflexiones sobre este tráfico considerado moral, política y cristianamente.

Luis de Usoz y Río (Chuquisaca [Bolivia], 1805-Madrid, 1865): bibliófilo y erudito editor de obras antiguas de la Reforma en España. Colaboró con el movimiento abolicionista y participó en algunas obras sobre la emancipación de los esclavos. Ayudó a varios cuáqueros que llegaron a España para impulsar el abolicionismo.

Dos personajes más actuaron en una época posterior en la que la lucha contra la esclavitud era ya pública en España:

Julio Vizcarrondo (S. Juan de Puerto Rico, 1830-Madrid, 1889): escritor, político y periodista. Inició su actividad abolicionista en Puerto Rico, de donde fue desterrado en 1850, refugiándose en los Estados Unidos. Allí se casó con Harriet Brewster. De vuelta en 1854 continuó luchando contra la esclavitud y liberó a sus esclavos en medio de diferentes persecuciones. En 1864 volvió a irse de Puerto Rico para viajar a España. Su primer logro aquí fue la formación, en 1865, de la Sociedad Abolicionista Española con apoyo de algunos políticos y economistas jóvenes. La asociación se formó con personajes como Salustiano de Olózaga, Juan Valera, Laureano Figuerola, José Mª Orense, Fermín Caballero, Práxedes Mateo Sagasta, Emilio Castelar, Gabriel Rodríguez, Segismundo Moret y otros. En ese año apareció la publicación periódica de la sociedad, llamada El Abolicionista y comenzó una activa propaganda para hacer público el problema esclavista que, principalmente, estaba presente en las colonias españolas en América (Cuba y Puerto Rico). La sociedad se extendió por las grandes ciudades de España y se organizó un certamen literario que ganó Concepción Arenal. Finalmente el gobierno de Narváez ordenó el cierre de la Sociedad Abolicionista en 1866.

Pero en 1867 el gobierno firmó la Ley de represión y castigo de tráfico negrero. Durante este tiempo Vizcarrondo continuó su labor propagandista. La Revolución de 1868 autorizó la reorganización de la Sociedad Abolicionista que se reforzó con personajes como José Echegaray, Manuel Becerra, Nicolás Salmerón, Estanislao Figueras y Rafael Mª de Labra. En 1870 una ley de Segismundo Moret supuso la adopción de un proceso de gradual abolicionismo. A partir de ese momento la polémica en España sobre la abolición llegó a ser muy viva, con la formación de grupos de oposición al abolicionismo y la toma pública de posición por parte de la prensa. El gobierno de Cánovas aprobó una ley de abolición de la esclavitud en 1880. Pero no fue hasta 1886 que un decreto dejó abolida definitivamente la esclavitud.

Además de su continuo trabajo en la Sociedad Abolicionista, Vizcarrondo fundó el Hospital de los amigos de los Pobres, la Sociedad Protectora de los Niños y otras asociaciones benéficas. A su muerte trabajaba en el proyecto de construcción de un Hospital de Niños incurables. Fue diputado por Puerto Rico (1886-89) y escribió varios libros (Silabario, Aritmética y Geografía de Puerto Rico).

Su incansable actividad también se extendió a su iglesia. Miembro de la Iglesia Cristiana Española, aparece con el número 1 en el libro de registro de la congregación del Redentor, establecida en la calle de la Madera Baja 8 de Madrid, desde 1869 (de la que era pastor Antonio Carrasco). Poco después fue elegido para el Consejo de Ancianos. También representó a su iglesia en las Asambleas Nacionales de la Iglesia Cristiana Española entre 1869 y 1877. Como presidente del Comité Central de la Unión Evangélica Española consiguió del Alcalde de Madrid el permiso para la realización de cultos evangélicos públicos el 24 de enero de 1869.

Antonio Carrasco Palomo (Málaga, 1842-Océano Atlántico, 1873): pastor evangélico y periodista. Pasó a ser evangélico en su juventud y pronto tuvo que estar varios años en la cárcel por ello. La presión internacional hizo que pudiera abandonar el país en 1863. Se dedicó al estudio en Francia, Suiza y Alemania. Tras la Revolución de 1868 regresó a España y organizó la primera iglesia evangélica de Madrid en 1869. Fundó el semanario cristiano La Luz (1869). Fue colaborador y miembro de la junta directiva de la Sociedad Abolicionista, llegando a ser su vicepresidente. Desde el periódico La Luz participó también en la crítica a la esclavitud. Murió en un naufragio cuando volvía de representar a los evangélicos españoles en la Asamblea Mundial de la Alianza Evangélica que se celebró en 1973 en Nueva York.

El proyecto que quiero proponer aquí, consistiría en lo siguiente:

Localización de los distintos personajes evangélicos que participaron en el abolicionismo español a lo largo del siglo XIX.
Establecimiento de una de bibliografía sobre el abolicionismo que incluya información respecto a estos personajes y su actividad.
Estudio biográfico de estas personas.
Creación de la lista de obras de esos autores, especialmente en lo relacionado con la esclavitud.
Estudio de su pensamiento sobre la esclavitud.
Estudio no sólo de las actividades abolicionistas individuales, sino de la actitud de los diferentes grupos evangélicos españoles del siglo XIX.
Es mi ilusión que estos conocimientos sirvan para difundir la obra de esos pensadores y personas de acción, hermanos nuestros, cuyo ejemplo debería inspirar a la sociedad, y sobre todo a nosotros, porque, la esclavitud, bajo viejas y nuevas formas, no nos ha abandonado todavía.

Por Pablo de Felipe Fernández

Gentileza: Centro de Estudios de la Reforma.
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6 de noviembre de 2008

3 de noviembre de 2008

31 de octubre: "Día de la Reforma".

Ante unas efemérides tan significativas recomendamos volver a leer un artículo escrito por Plutarco Bonilla, y que publicábamos hace dos años. Lo que escribió el profesor Bonilla sigue siendo relevante para todas las iglesias cristianas, especialmente para las comunidades cristianas "hijas" de la Reforma.

"Hoy se celebra el “Día de la Reforma”. Y la Reforma, de la que de alguna manera somos herederos (aunque muchos protestantes no quieran reconocerlo y renieguen incluso del calificativo de “protestantes”), fue una revolución del pensamiento que, por su propia naturaleza, tenía una fuerza explosiva interna que se expresó en la transformación de la vida de los pueblos y de las personas que los constituían y que la aceptaron" (Plutarco Bonilla)

Cambien su manera de pensar para que así cambie su manera de vivir

(Romanos 12.2 DHH*)

(A propósito de la Reforma)


La relación entre el pensamiento y la vida ha sido objeto de estudio desde tiempos muy antiguos, como lo ha sido también la relación “triangular” entre vida, pensamiento y palabra. Sin mayores pretensiones, ofrecemos a continuación algunas reflexiones que, de alguna manera, pueden afectar nuestra propia comprensión tanto de lo que fue la Reforma del siglo 16 como de lo que es nuestro propio estilo de vida en tanto cristianos.

Sócrates, especie de santo patrón de los filósofos, de quien un pensador cristiano del siglo segundo estimó que era “un cristiano antes de Cristo”, consideraba que el pecado consistía en la ignorancia. O sea, que una persona peca porque no conoce la verdad.

A primera vista, tal afirmación se opone, y categóricamente, a lo que Pablo sostiene en la carta a los Romanos de donde hemos tomado el título de esta nota. En efecto, allí, en el capítulo 7, hace, a partir de su experiencia personal, afirmaciones como estas: “no hago lo que quiero, y en cambio aquello que odio es precisamente lo que hago” (v. 15), “aunque tengo el deseo de hacer lo bueno, no soy capaz de hacerlo” (v. 18), “no hago lo bueno que quiero hacer, sino lo malo que no quiero hacer” (v. 19).

Por otra parte, tenemos también aseveraciones no menos categóricas, en labios de Jesús, como la de Juan 8.32: “conocerán la verdad, y la verdad los hará libres”.

¿Cómo hemos de entender esto?

En las palabras de Sócrates podemos encontrar atisbos de una realidad que nos parece evidente en la enseñanza de las Sagradas Escrituras. Efectivamente, la verdad de la que habla la Biblia no es la mera aprehensión intelectual o la simple comprensión mental de una afirmación que se haga. Es eso, pero mucho más. Para los escritores bíblicos, la verdad es para “ser hecha”, y no tan solo para “ser comprendida”; la verdad es, en el lenguaje joanino, para “andar en ella” y no meramente para ser “pensada”. En fin, la verdad, en la enseñanza bíblica, es para ser hecha, para ser incorporada a la vida total de la persona, y no solo a su función mental.

Por eso, Pablo pide a los creyentes romanos que cambien su manera de pensar, pues de esa manera cambiarán su manera de vivir. “Cambiar la manera de pensar” es, en clave cristiana, tener la mente de Cristo (1 Corintios 2.16), en quien no se daba el divorcio entre el pensamiento y la vida, en quien la palabra era acción, y las acciones eran palabras (los milagros eran parábolas y las parábolas eran milagros). De ahí que el texto bíblico relacione la Verdad que es Jesús con la Palabra, con la Luz, con la Vida y con el Camino.

Hoy se celebra el “Día de la Reforma”. Y la Reforma, de la que de alguna manera somos herederos (aunque muchos protestantes no quieran reconocerlo y renieguen incluso del calificativo de “protestantes”), fue una revolución del pensamiento que, por su propia naturaleza, tenía una fuerza explosiva interna que se expresó en la transformación de la vida de los pueblos y de las personas que los constituían y que la aceptaron.

Hoy muchos protestantes se llenan la boca hablando de los pilares del movimiento del que son parte (solo la fe; solo la Gracia; solo la Escritura; todos los creyentes son sacerdotes), pero frente a la realidad del movimiento protestante en todo el mundo surge una inquietante pregunta: ¿en realidad comprendemos el significado de esas afirmaciones en el contexto del mundo en que vivimos, en esta primera parte del siglo 21? ¿Nos habremos anclado en el siglo 16? En efecto, muchas fórmulas estereotipadas se repiten en estos días, y frente a ellas, también nos hacemos algunas preguntas incómodas: ¿será de verdad posible separar la fe de las obras? (la verdadera fe, ¿no está ya, desde su nacimiento, preñada de obras? ¿podemos practicarle un aborto?); ¿vivimos realmente, como experiencia personal y comunitaria, bajo la sombra protectora de la gracia del Altísimo? (¿no se depende ahora de la fuerza del número?, ¿no se crean “partidos políticos evangélicos” con miras a tomar el poder, pero que terminan en la misma corrupción de los otros?); ¿entendemos realmente la Biblia cuando nos limitamos a leerla sin auxilio de otras ayudas? (a fin de cuentas, quien se ufana de leer solo la Biblia... ¿acaso conoce la Biblia?); nosotros, los protestantes, ¿no estamos también muchas veces asfixiados por un clericalismo jerarquizado y jerarquizante, que negamos en nosotros y condenamos en otros, pero que hace de unos cristianos seres más “santos” y “más cercanos” a Dios, poseedores de los arcanos de la ciencia divina?

En fin, ¿no será que necesitamos una nueva Reforma?


*DHH = Dios habla hoy. Edición de estudio (Sociedades Bíblicas Unidas). Todas las citas han sido tomadas de esta versión.

Plutarco Bonilla - Costa Rica

Gentileza: Lupa Protestante.
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