27 de marzo de 2008

Cuídense de los ídolos.


Es una advertencia que suele pasar inadvertida por el creyente que, en cierta manera, se siente excluido de esta exhortación.

Pareciera que la idolatría es un problema de los católicos, de las religiones orientales o africanas. En fin, un problema ajeno.

Sin embargo, la advertencia está dirigida específicamente a los creyentes. ¿Por qué Juan, inspirado por Dios, se encargaría de dejar documentada tan clara advertencia? (1ªJn 5:1).

La naturaleza de la psicología humana es favorable a la generación de líderes. Cuando estos líderes adquieren cierto grado de trascendencia, lograda a partir de sus méritos, aptitudes o imagen, pueden pasar a un nuevo status o nivel, llegando a transformarse en IDOLOS.

Esta naturaleza humana a la que me refiero es compartida por los creyentes. De allí su propensión a formar ídolos.
Pero ¿Se trata de ídolos a la forma de imágenes o esculturas? No necesariamente.
Los creyentes construyen ídolos de carne y hueso.

El problema es mayor cuando el ídolo es un “formador de opinión”. Tal caso podría aplicarse a un predicador o escritor.
Si a lo largo de su carrera, esta persona, devenida en ídolo, distribuye masivamente sus mensaje ganando adeptos en forma indiscriminada, su palabra adquiere una autoridad magnánima por la sola condición de provenir del “Ídolo”, aunque no tenga mayor sustento.

Creo que hemos visto este fenómeno con muchas personalidades trascendentes del mundo cristiano, tales como Jimmy Swaggart, Marcos Witt o Rick Warren.
Su actividad efectiva y definitivamente incuestionable, al menos en sus comienzos, ha hecho que los miembros de muchas iglesias, e incluso congregaciones enteras, lleguen al punto de cambiar su liturgia y sus dogmas en razón de sus proposiciones.

Muchos líderes y pastores han hecho uso y abuso de la imagen de esos líderes y sus propuestas, para crecer en su imagen personal, para resaltar sobre otros, para no quedar excluidos o simplemente para usar, de buena voluntad, la excelente herramienta metódica que habían encontrado.

Entonces ¿Cuál es el problema?
Éste surge cuando estos líderes transformados en ídolos se desvían o caen. En el hecho, arrastran consigo a una multitud de cristianos devenidos en sus fans. La situación: Escándalo y/o confusión.

Hoy en día vemos como grandes ídolos consagrados (vienen más) se muestran abiertamente, ya no solo predicadores del cambio litúrgico o dogmático, sino del propiamente doctrinario.

A modo de ejemplo, Witt y Warren, entre otros (ya dije que vienen más), se identifican con o sin tapujos con el movimiento ecuménico.
¿Qué pueden hacer los pastores que planificaron sus iglesias según el modelo liberal wittista, o el más reciente y deletéreo warrenista?
Vida con propósito, Familia con propósito e Iglesia con propósito.
Las iglesias, de a miles, han adherido a los programas de Warren como quienes han encontrado al fin el manual del verdadero cristianismo.

Si los pastores se dieran cuenta del herético mensaje ecumenista, y decidieran cortar de plano con el sistema, habrán de desdecirse de su prédica de años y perderán cientos de fieles y, aún hasta su pastorado.
¿Habrá quienes estén dispuesto a ello, a jugarse por la Verdad?
¿Quién se atreve a ponerle el cascabel al gato?

El proyecto ecumenista, al que referí recién, es una estrategia planeada a distancia.
¿Cómo decirle a quien conoció a Cristo mediante algún programa de “Propósitos de Warren” o mediante el apogeo de marcos Witt, que el mensaje que escucharon y la vivencia que tuvieron era real, pero que los hombres han desviado su camino, o peor, que quizás, tan solo quizás, siempre han sido lobos con piel de oveja?

Obviamente, la cuestión es muy difícil. El problema es mayúsculo.

Ya adentrados en los últimos tiempos, tiempos de Apostasía, no podemos desconsiderar el advenimiento próximo del Anticristo. Pero ¿Cómo haría el Anticristo para revelarse con todo su esplendor en el poco tiempo que se le otorga desde el rapto de la Iglesia?
He aquí la respuesta: LOS ÍDOLOS, en otras palabras, hombres de carne y hueso, formadores de opinión o como se refiere la Biblia a ellos “falsos profetas”.

De este tipo de hombres, cuyas palabras son palabras de autoridad, son los que darán testimonio y entregarán el poder a la Bestia.

¿Podemos entender entonces porque Dios nos advirtió “Hijitos, cuídense de los ídolos”?
Recomiendo a los hermanos la lectura de Apocalipsis capítulo 19.

¡Bendiciones!

Nota: El señor bendice a los que aportan con notas destacadas como la ya descrita, El ojo del Protestante, creo y canalizo este nota con gran gracia de nuestro señor. el solo hecho de compartir estos comentarios, como cualquier otro, nos permite encantar a los demas, mas aun acercarlos a nuestro señor. Mis bendiciones al autor, por estar revestido con la presencia del espiritu santo. En donde hoy abundan, los que utilizan a nuestros señor con fines lucrativos y sin considerar ser un aporte a los demas.

Carlos Saavedra Martinez.

22 de marzo de 2008

El número 5 - bendicion de nuestro Señor, mas alla de lo numerico, seamos panaderos para bendecir a los demas. Bendicion profetica para Antofagasta.


El número cinco aparece 318 veces en la Biblia. Tanto en la purificación del leproso (Lev. 14:1-32), como en la consagración del sacerdote (Ex. 29), la sangre es colocada sobre tres partes del hombre: las cuales, en conjunto, manifiestan lo que él es: la punta de la oreja derecha, el pulgar de la mano derecha y el dedo grande del pie derecho. La sangre en la oreja lo separa para recibir la Palabra de Dios; en la mano para hacer el trabajo asignado; en el pie, para andar en Sus caminos benditos.

Según la aceptación que Cristo tiene delante de Dios, la responsabilidad del hombre es total. Cada una de estas partes está sellada con el número cinco: la punta de la oreja derecha, representa los cinco sentidos; el pulgar, los cinco dedos de la mano; y el dedo grande, los dedos del pie. Esto indica que el hombre fue separado para ser hecho responsable delante de Dios. «Cinco» es, por lo tanto, el número de responsabilidad del hombre bajo el gobierno de Dios.

En la parábola de las diez vírgenes (Mt. 25:1-13), cinco de ellas son sabias y cinco insensatas. Las cinco sabias tienen siempre el aceite que provee la luz. Ellas sienten la responsabilidad de mantenerse permanentemente suplidas por el Espíritu Santo de Dios, y de someter su vida a ese Espíritu. La parábola de las diez vírgenes no muestra entonces la responsabilidad colectiva, sino mi responsabilidad sobre mí mismo, sobre mi propia vida. Es necesario que exista esa plenitud del Espíritu de Dios en la vida de cada individuo, la cual produce el brillo de la luz y la combustión de la llama.

Cinco son los libros de Moisés, conocidos colectivamente como la Ley, que hablan de la responsabilidad de hombre en el cumplimiento de las exigencias de la Ley. Cinco son las ofrendas sobre el altar del Sacrificio, registradas en los primeros capítulos de Levítico. Encontramos aquí un maravilloso grupo de tipos que representan la obra y la persona de nuestro Señor en varios aspectos. Ellos nos cuentan cómo Cristo asumió delante de Dios la responsabilidad de hacer provisión para nosotros.

Cinco piedras lisas fueron escogidas por David cuando fue al encuentro del gigante enemigo de Israel (1 Sam. 17:40). Eran un símbolo de su perfecta debilidad suplida por la fuerza divina. Y él fue más fuerte en su debilidad que si hubiese sido protegido por toda la armadura de Saúl. La responsabilidad de David era enfrentar al gigante con las cinco piedras; y la de Dios era hacer que David conquistara al más poderoso de todos los enemigos usando solamente una de aquellas piedras.

La responsabilidad de nuestro Señor parecía ser la de alimentar a las cinco mil personas (Jn. 6:1-10), aunque alguien necesitase tomar la responsabilidad de dar los «cinco panes» para que fuesen consagrados por las manos del Maestro. Basado en esos cinco panes, nuestro Señor comenzó a bendecir y alimentar.

En Juan 1:14, Cristo es mostrado como el antitipo del Tabernáculo, pues allí se nos dice cómo «aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros». El tabernáculo tenía el «cinco» como su número más representativo, pues casi todas sus medidas eran múltiplos de cinco. Antes de mencionar estas medidas, deberíamos notar que para gozar de Su presencia y entrar en una dulce e ininterrumpida comunión con él, tenemos la responsabilidad de no permitir que ni el pecado, ni la carne o el mundo se interpongan. El patio externo del tabernáculo medía 100 ó 5x20 codos, 50 ó 5x10 codos de largo. En ambos lados había 20 ó 5x4 pilares. Los pilares que sustentaban las cortinas tenían cinco codos de distancia y cinco codos de altura. El edificio tenía 10 ó 5x2 codos de altura, y 30 ó 5x6 codos de largo. Cinco cortinas de lino pendían de cada lado del tabernáculo. Los velos de entrada eran tres. El primero era «la puerta del patio», 20 ó 5x4 codos de largo y 5 de altura, suspendido en cinco pilares. El segundo era «la puerta del tabernáculo», 10 ó 5x2 codos de largo y 10 ó 5x2 de altura, suspendido, tal como la puerta del patio, en cinco pilares. El tercero era «el velo hermosísimo», que dividía el Lugar Santo del Lugar Santísimo.

En Éxodo 30:23-25, leemos que el aceite de la santa unción estaba compuesto de cinco partes: cuatro eran especias, y una era aceite. El Espíritu Santo es siempre responsable por la separación del hombre para Dios. Además de eso, había también cinco ingredientes en el incienso (Ex. 30:34). El incienso simbolizaba «las oraciones de los santos» ofrecidas por el propio Cristo (Ap .8:3). Somos responsables por nuestras oraciones para que, como incienso, suban a través de los preciosos méritos de Cristo, como es descrito en el tipo por esos cinco ingredientes.

18 de marzo de 2008

Momentos de la Reforma: La Contrarreforma, el genocidio más grande de todos los tiempos.


A cincuenta años del inicio de la Reforma, esta se había consolidado en la mayor parte del territorio europeo. Casi toda Alemania, Suiza, Escandinavia, los Países Bajos, Inglaterra, Escocia, Bohemia, Austria, Hungría y parte de Francia estaban embebidas del Protestantismo.
Esta situación, en extremo grave para la Iglesia de Roma, que veía escurrírsele por entre los dedos más de mil años de dominación, debía tener una respuesta a la medida.

En 1540, se le había encargado a Ignacio de Loyola la creación de una fuerza especial contrarreformista. Nació así la Compañía de Jesús , llamándoseles a sus integrantes "jesuitas".
Sus miembros, cuidadosamente elegidos y probados, además de guardar los votos usuales de la vida religiosa (obediencia, pobreza y castidad), debían jurar especial fidelidad a la Santa Sede, estar dispuestos a ir a donde el Papa los enviase, y hacer cualquier cosa en aras del objetivo asignado.

La Compañía de Jesús cumplió sus objetivos con malévola eficiencia. Este organismo paramilitar, apelando a actividades de espionaje, sobornos, secuestros, torturas, asesinatos, y todo tipo de calamidad imaginable, operó con total impunidad en pos del exterminio de la Reforma, sobre todo a partir del aval otorgado por el Concilio de Trento (1545-1563)

Los Jesuitas como organizadores, más la Inquisición y los ejércitos de los reyes leales a Roma (especialmente la casa de los Habsburgo), constituyeron el tridente que atacaría la Reforma.

Si la Reforma se caracterizó por acercar al pueblo y a sus líderes la idea de la valoración del hombre, de la libertad, del progreso y de la tolerancia a pesar del disenso; siendo sus principales armas las palabras y las letras, y la espada (y salvo excepciones) solo para la legítima defensa; la Contrarreforma se caracterizó por un objetivo: La aniquilación sistemática de las personas sospechosas de ser partidarios protestantes.

El resultado de la Contrarreforma fue el genocidio más grande de todos los tiempos.
Los católicos retomaron el control del sur de Alemania, Bohemia, Austria, Hungría, Polonia y Bélgica, y se consolidaron definitivamente en los países meridionales como Portugal, España e Italia.

Y como para muestra solo hace falta un botón, vaya este dato:
Para el año 1600, los protestantes constituían cerca del 80% de la población de Bohemia, estimada en unas 4 millones de personas. Luego de las operaciones contrarreformistas quedaron solo unas 800 mil, todas católicas.
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12 de marzo de 2008

LA OFENSA AL ESPIRITU SANTO.


Muchas veces, y esto puede verse sobre todo entre los evangélicos pentecostales, el creyente se ve intimidado y no se atreve observar, ni siquiera a analizar, mucho menos a juzgar, una expresión, una manifestación, un supuesto milagro, por temor en caer en los considerandos expuestos en Mateo 12:31, en el que Jesús expresa que la blasfemia al Espíritu Santo no será perdonada.

¿Qué significa que la blasfemia al Espíritu Santo no será perdonada?
No todos los autores coinciden en una respuesta. Inclusive este es un punto de discenso interdenominacional.

Mathew Henri da a entender que esta expresión debe ser analizada en el contexto histórico que rodeó al incidente de Jesús con los fariseos. Estos, conociendo de manera privilegiada la Ley de Dios, y sabiendo, con plena conciencia, que Jesús obraba por el Espíritu Santo, pues lo veían y lo “estudiaban” de tal manera, que no tenían ninguna razón como para decir que Jesús echaba demonios en nombre de Belcebú. Aún así y por la malévola disposición de sus corazones, insultaron a Jesús, en ese momento hecho carne, y al mismísimo Espíritu Santo que se manifestaba sin dejar el mínimo lugar a dudas. Los fariseos no podían excusarse en la ignorancia o en la búsqueda de la verdad, a partir de la duda. Los fariseos ofendieron al Espíritu con todas las intenciones.

¿Puede darse la blasfemia al Espíritu Santo hoy en día? Jesús dijo que la blasfemia al Espíritu santo no sería perdonada en este siglo ni en el venidero.

Cuando una persona acepta a Jesucristo como su Salvador, y lo invita a entrar a su vida, es inmediatamente sellada por el Espíritu Santo[1]. El término sellado tiene básicamente dos acepciones. Una, traduce la palabra como “marcado” y la otra como “cerrado herméticamente”. También se expresa el momento de la conversión como el “nuevo nacimiento”.

El Dr. Adrián Rogers, destacado pastor bautista de EE.UU. propone que no existe en la Biblia ningún caso ni indicio de alguien que haya nacido físicamente más de una vez, ni tampoco espiritualmente. Esto no significa que la Salvación no se pueda perder, sino que una vez perdida no se puede recuperar. Desde la voluntad de Dios, la Salvación se da de una vez y para siempre. “Nada nos puede apartar de Dios”[2], “las dádivas del Señor son irrevocables”[3]).

Teniendo como base argumental al capítulo 8 de Romanos, y de acuerdo a esta línea doctrinaria, la persona que habiendo testimoniado que nació de nuevo, persiste en una vida pecaminosa, es probable que, en realidad, esta persona haya sido convencida, persuadida, etc. pero NUNCA realmente nacida de nuevo. De haber tenido al Espíritu Santo dentro de su vida, no hubiera persistido en su vida de pecado.

¿Cómo actúa el Espíritu Santo? Él es el Paráclito, el que está a nuestro lado, el que convence de pecado, el que consuela, el que intercede por nosotros ante el Padre. Si el Espíritu Santo hace todo esto por nosotros, y es el que enciende la alarma en la conciencia en caso de que estemos por dar un mal paso, una persona que “va y viene, va y viene”, al punto tal que su comportamiento se identifica claramente con el de un inconverso, mas allá de lo que podría calificarse como “débil en la fe” es porque en realidad, esa persona nunca experimentó el nuevo nacimiento.

Este concepto adquiere importancia, justamente en esos casos, en que la persona peca reiteradamente - “se reconcilia con el Señor” – peca – “se reconcilia nuevamente” – vuelve a pecar – “se reconcilia nuevamente” y así camina por la vida de vereda en vereda. ¡Esa persona tiene que convertirse de una vez por todas! Solo a partir de allí se podrá exigir una vida en Santidad.
Distinto es el caso de un creyente, que por su debilidad cede a la tentación y peca, pero en su corazón está avergonzado, toda vez que su condición esencial no es pecaminosa. Busca el perdón (El paradigma bíblico es David).

La palabra “persona” viene del latín personare que significa máscara. Dios no mira a la persona, a esa máscara visible a los ojos de los demás. Dios mira hacia dentro de la persona, al corazón, es decir aquello que no se ve, las intenciones profundas y verdaderas, solo por él conocidas.
Un ejemplo aplicado a esta línea de pensamiento es la parábola del Hijo pródigo. Todos conocemos la historia: El hijo menor de un padre rico, se marcha de la casa, dilapida su herencia, vive una vida de desenfreno, y al tiempo, luego de “pisar fondo”, retorna a su casa. El Padre lo perdona y hace una fiesta. Lo viste con ropa nueva y le coloca un anillo, símbolo de que es un heredero. Es cierto, pecó, pero él sabía quien seguía siendo su Padre, sabía cual seguía siendo su “apellido”; y el Padre sabía que su hijo seguía siendo su hijo. Extrapolando la idea, podemos afirmar que, el hijo pródigo, a pesar de haberse apartado, no perdió la Salvación.

Un líder de Iglesia me comentó que según su entender, la blasfemia al Espíritu Santo consistía en rechazar el mensaje de Cristo. Otro me dijo que es criticar una supuesta manifestación del Espíritu Santo. ¿?.

Personalmente creo que, en el plan de Dios de Salvación, una vez que fuimos sellados con el Espíritu Santo, este permanece para siempre, de manera que, si realmente fuimos nacidos de nuevo, conservaremos ese status hasta la Gloria.

El problema que Dios tiene con el hombre, desde que lo creó, tiene que ver con que el hombre tiene libre albedrío. El LIBRE ALBEDRÍO es otra dádiva irrevocable de Dios para toda la humanidad. Es una Ley Superior, determinada desde la Creación del hombre. La Palabra irrevocable de Dios, hace que la dádiva del libre albedrío se constituya en un estado vigente mientras exista la humanidad.

Creo que la ofensa contra el Espíritu Santo puede darse cuando un Hijo de Dios, que ha nacido de nuevo, que ha sido sellado con el Espíritu, haciendo uso de su libre albedrío “echa”, “expulsa”, “despide” o “abandona” al Espíritu Santo de su vida. Es el sujeto que habiendo disfrutado de la Gracia, la desprecia, dando así testimonio contra el Espíritu Santo. Es decir que con plena conciencia, elige el pecado. Solo bajo estas condiciones, de opción por el pecado, con plena conciencia y con una actitud manifiesta de desprecio a la Salvación, es posible perderla.

Aquí cabe entonces aplicar lo dicho en Mateo capítulo 12: “(…) Entonces dice: Volveré a mi casa de donde salí; y cuando llega, la halla desocupada, barrida y adornada. Entonces va, y toma consigo otros siete espíritus peores que él, y entrados, moran allí; y el postrer estado de aquel hombre viene a ser peor que el primero”.

Si bien algunos autores comentan que estos versículos se refieren a la liberación, y reposición demoníaca, sin necesariamente mediar conversión, cabe señalar que este texto está dado en el contexto de lo dicho por Jesús acerca de la ofensa al Espíritu Santo y se repite casi de la misma manera en San Marcos y San Lucas. Sería posible deducir que el que ofende al Espíritu Santo, no solo pierde la Salvación para siempre, sino que es inmediatamente poseído por Satanás.

El pecado por si solo no tiene entidad suficiente como para ocasionar la pérdida de la Salvación. De otra manera ninguna persona podría ser salva. Jesucristo nos justificó de una vez y para siempre. De ahí que uno de los ejes principales de la doctrina protestante, la justificación por medio de la Fe[4], implique entre otras cosas, la prescindencia absoluta de los “confesionarios”, tal cual la usanza del rito católico romano.
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Fuente: El ojo Protestante.
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5 de marzo de 2008

“¿Quién es cristiano de verdad ante Dios?”


Querida alma de Dios, ¿es usted “cristiano(a) de verdad”?

¿Cómo saberlo, a ciencia cierta, a menos que cuente con el conocimiento de los rasgos esenciales de “verdadero(a) cristiano(a)”?

¿Estaría de acuerdo en que el “pleno conocimiento bíblico” es la clave?
Pues, catalogarse a sí mismo(a) como “cristiano(a)”, o a otros como “cristianos”, guiado(a) en su evaluación solo por algún sentimiento o parecer personal, criterio humano o teología particular, sería muy arriesgado, ¿no?, ya que está en juego el destino eterno.

¿A quién le corresponde identificar al “cristiano de verdad”?
A mi, no; ni a usted. Tampoco a cualquier otro ser humano, sino solo al Señor, ¿lógico?, dado que él es el único que “conoce… a los que son suyos” (2 Timoteo 2:19), estableciendo Dios mismo sus propios parámetros para la identificación de sus hijos espirituales legítimos.

El “cristiano de verdad” identificado según la Biblia.

El “cristiano de verdad ante Dios” es todo aquel que tiene los rasgos de verdadero discípulo que el Señor Jesús puntualiza en la Biblia, específicamente, en el Nuevo Testamento, el cual es “mejor pacto”, siendo Cristo mismo su “mediador” y “testador” divino (Hebreos 8:6; 9:15-17).

¿Se solidariza usted con esta afirmación?

¿Dónde más encontrar los rasgos característicos de verdadero hijo de Dios si no en el “nuevo pacto” sellado con la sangre de Jesús (Mateo 26:28)?
Al leer, sin creencias religiosas preconcebidas, este “nuevo pacto… más glorioso” (2 Corintios 3:6-17), saltan a la vista los rasgos que Cristo requiere, no siendo numerosos en extremo, ni tampoco complicados.

Estimada alma amada por Dios, y por nosotros, ¿qué le parece ponerse “los espejuelos de clarificación espiritual y pura objetividad”, recetados por el Espíritu Santo (1 Corintios 2:12-16; Efesios 1:17-18), para que identifique usted mismo (a), con certeza, aquellos rasgos esenciales fijados por nuestro Salvador?

¿Encuentra muy grande el Nuevo Testamento?

¿Nos permite indicarle algunos textos importantes que hemos hallado? Las preguntas y los comentarios que los acompañan sirven para resaltar su sentido natural.

1. “El que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios” (Juan 3:18). Según esta proclamación de Jesús, ¿qué rasgo es indispensable para ser “cristiano de verdad”?
Desde luego, ¡la fe en Cristo como el “unigénito de Dios”! Creer que Jesucristo es el Hijo de Dios es un rasgo sin el cual nadie puede ser “cristiano de verdad”. Pero, aclaramos: creer, nada más, o “hacer profesión de fe”, nada más, no es suficiente para que el creyente se identifique como “cristiano de verdad”. De ser suficiente, ¡también serían “cristianos de verdad” los demonios!, ya que “también los demonios creen, y tiemblan” (Santiago 2:19). ¿Asienta usted? Si no, ¿quiere explicar por qué discrepa?

2. “Arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio” (Hechos 3:19). ¿Es “cristiano de verdad” la persona que cree que Cristo es el Hijo de Dios, pero que no se arrepiente de sus pecados, no dejando de pecar?

-“¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones… heredarán el reino de Dios” (1 Corintios 6:9-10). Según este texto, leído sin que lo distorsionen influencias culturales o criterios morales personales, ¿merece ser llamado “cristiano de verdad” el homosexual que confiesa fe en Cristo como el Unigénito de Dios, pero que insiste en seguir practicando el homosexualismo? ¿Puede el pecador ser transformado en “cristiano de verdad” si no se arrepiente de todos sus pecados, humillándose, pidiendo perdón y ajustando su conducta al código moral de Cristo?

3. “Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación” (Romanos 10:10). “El que confiesa al Hijo, tiene también al Padre” (1 Juan 2:23). “A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos. Y a cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también le negaré delante de mi Padre que está en los cielos” (Mateo 10:32-33). ¿Es confesar públicamente con la boca que Cristo es el Hijo de Dios una acción necesaria para ser “cristiano de verdad ante Dios”?

-“Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor… Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mi, hacedores de maldad” (Mateo 7:21-23). Según esta observación que hace Cristo, ¿se justifica en declararse “cristiano de verdad” quien dice “Señor, Señor, yo te amo. Yo te adoro”, pero que “no hace la voluntad” del “Padre que está en los cielos”? “Muchos… hacedores de maldad” invocan el nombre del “Señor”, pero no son “cristianos de verdad”, por ser aún “hacedores de maldad”. ¿De acuerdo?

4. Sumergirse en agua (bautizarse, sepultarse en agua, Romanos 6:1-7) “en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” (Mateo 28:18-20), también figura en el Nuevo Testamento de Cristo como requisito para ser “cristiano de verdad”. Analicemos la evidencia, razonando espiritualmente.

a) “Bautícese cada uno… para perdón de los pecados” (Hechos 2:38). ¿Es el bautismo bíblico “para perdón de los pecados”?
Si responde en lo negativo, favor de explicar por qué el bautismo no es “para perdón”, es decir, esencial para ser perdonado. ¿Puede ser “cristiano de verdad” el creyente arrepentido que no ha recibido “perdón de los pecados”?
b) Observe atentamente: el predicador Ananías exhorta al pecador Saulo (Pablo), quien ya creía y estaba arrepentido: “Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre” (Hechos 22:16).

-“Lava tus pecados.” De hecho, el bautismo bíblico se llama “el lavamiento de regeneración” (Tito 3:5). “Regeneración” es sinónimo de “nuevo nacimiento”. ¿Puede ser “cristiano de verdad” el creyente que no “lava” sus pecados mediante “el lavamiento de regeneración”? ____ Al responder en lo afirmativo, indicando que el creyente puede ser “cristiano de verdad” sin lavar sus pecados, o sea, sin bautizarse, favor de explicar cómo, citando textos bíblicos que respalden su creencia.
c) El apóstol Pedro escribe: “El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva” (1 Pedro 3:21). Según Pedro, ¿salva el bautismo? Se sobreentiende que no salva aparte de la sangre de Cristo. No obstante, según el Nuevo Pacto, ¿salva o no salva? O sea, ¿es esencial o no esencial para salvación? Si contesta: “No salva; no es esencial”, favor de justificar bíblicamente su respuesta. ¿Puede el creyente ser “cristiano de verdad” sin bautizarse para ser salvo? ¿Quién hace “esencial” este “rasgo”: Dios o el hombre? Si Dios mismo lo hace esencial, ¿se equivocan los maestros quienes enseñan que el bautismo no salva?
d) “Descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco, y le bautizó. Cuando subieron del agua…” (Hechos 8:38-39). ¿Hay que descender al agua y subir del agua para efectuar el bautismo bíblico? “Somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo” (Romanos 6:4). ¿Es el bautismo una sepultura en agua? ¿Puede ser “cristiano de verdad” el creyente arrepentido que se bautiza por aspersión?

¿Son correctas las siguientes conclusiones?

A. Toda persona que (1) cree que Jesucristo es el Hijo de Dios, (2) se arrepiente de sus pecados, (3) se convierte, dejando de pecar, (4) confiesa a Cristo delante de los hombres y (5) se sumerge en agua para que sus pecados sean lavados, es perdonada, purificada (1 Pedro 1:22) y reconciliada con Dios (2 Corintios 5:18-20). Por consiguiente, merece ser identificada como “cristiano de verdad”. “Nueva criatura es” (2 Corintios 5:17), añadiéndole Cristo a su iglesia (Hechos 2:47), o sea, a “la familia de Dios” (Efesios 2:19), donde debe tomar solo el nombre “cristiano” (Hechos 11:26), pues de Cristo “toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra” (Efesios 3:14-15).

B. Toda persona que cree, pero no confiesa con su boca delante de los hombres que Cristo es el Hijo de Dios, no merece ser identificada como “cristiano de verdad”.

C. Toda persona que cree, confesando con su boca que Jesucristo es el Hijo de Dios, pero que no rectifica su conducta de “pecador”, no es “cristiano de verdad”.

D. A la persona que cree, confiesa y se arrepiente, dejando de pecar, pero que no se sumerge en agua para que sus pecados sean lavados, le falta un “rasgo” esencial para ser “cristiano de verdad”, a saber, el bautismo “para perdón”, el bautismo que “salva”, el bautismo que es “el lavamiento de regeneración”.

Seguir siendo “cristiano de verdad” hasta el fin.

Una vez hecho “cristiano de verdad” en virtud de haber “obedecido de corazón a aquella forma de doctrina” a la cual fue entregado (Romanos 6:17), para seguir siéndolo es necesario perseverar “en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones” (Hechos 2:42), “hasta la muerte” (Apocalipsis 2:10). El cristiano que no persevera en lo señalado ya no califica como “cristiano de verdad”. ¿Es correcta esta conclusión?

Ahora bien, la tarea de identificar “la doctrina de los apóstoles”, para poder implementarla luego en el diario vivir, el amante de la salvación la realiza con gusto, deseando ser siempre “cristiano de verdad”. Ocupándose “en la lectura” del Nuevo Testamento (1 Timoteo 4:13), pronto descubre entre los “mandamientos del Señor” (1 Corintios 14:37), o “los rudimentos de la doctrina de Cristo” (Hebreos 6:1), los siguientes mandamientos:

1. El de celebrar la Santa Cena del Señor el primer día de cada semana (Hechos 2:42; 20:7; 1 Corintios 11:17-34), o sea, todos los domingos.
2. El de cantar alabanzas e himnos (Efesios 5:19; Colosenses 3:16), como también el de orar “sin cesar” (1 Tesalonicenses 5:17).
3. El de adorar “en espíritu y en verdad” (Juan 4:24), y no vanamente (Mateo 15:8-9). “En vano me honran, enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres.”
4. El de hacerlo todo “para edificación… decentemente y con orden” (1 Corintios 14:26, 40). “Quítense de vosotros toda… gritería” (Efesios 4:31).
5. El de ofrendar cada domingo “según haya prosperado”, voluntaria y generosamente (1 Corintios 16:1-2; 2 Corintios 8:1-12; 9:1-11).
6. El de congregarse fielmente (Hebreos 10:25). “No dejando de congregarnos.”
7. El de vivir en santidad (1 Pedro 1:16), “sin la cual nadie verá al Señor” (Hebreos 12:14).
8. El de nombrar a una pluralidad de “ancianos” (obispos, pastores) en cada congregación (Hechos 14:23; Tito 1:5), como también el de encargar a las damas cristianas, debida-mente calificadas, sus funciones correspondientes (Tito 2:3-5; 1 Timoteo 5:14), las cuales no incluyen predicar o gobernar en las congregaciones. “No permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre” (1 Timoteo 2:12-15).
9. El de “guardar la unidad del Espíritu… un cuerpo… una fe, un bautismo” (Efesios 4:3-6).
10. El de practicar “la religión pura y sin mácula” visitando a las viudas y guardándose “sin mancha del mundo” (Santiago 1:27).
11. El de ministrar en todo conforme al Nuevo Pacto, no enseñando sábados, diezmos, incienso, instrumentos, etcétera, del Antiguo Pacto mosaico, pues este fue clavado en cruz, quedando abolido (2 Corintios 3:6-17; Colosenses 2:14-16).
Obedece estos mandamientos, con todos los demás del Nuevo Testamento del Señor, para seguir siendo “cristiano de verdad” hasta el fin.

¿Su decisión?

¿Es usted “cristiano de verdad”, o acaso “cristiano incompleto”, “cristiano desviado”, “cristiano errado”, “cristiano conforme a su propio criterio personal”, “cristiano de acuerdo a las pautas de alguna teología particular”, “cristiano sectario”?
Al haber adquirido conocimiento de los rasgos esenciales para ser “cristiano de verdad” ¿qué piensa hacer? ¿Llevará el conocimiento a la práctica, haciendo suyos los rasgos? Amorosamente, le animamos a convertirse, con la ayuda del Señor, en “cristiano de verdad”, para que reciba el “galardón completo” (2 Juan 8), siendo también ejemplo y guía para que otras almas sinceras se salven eternamente.
Cristo añade al “cristiano de verdad” a su propia iglesia (Hechos 2:47), y no a una iglesia cualquiera. Es fácil identificar a la iglesia del Señor, ya que guarda los “mandamientos de Cristo”, tales como los de la lista de once ya dada.

Nuestra Bendicion, Carlos Saavedra Martinez.
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