22 de abril de 2009

El Evangelio y la Pobreza - La vigencia de Max Weber.

Melvin Rivera, uno de los máximos referentes en el mundo de las comunicaciones cristianas, publicó un artículo que tituló Pobreza, desigualdad y la Biblia.

A partir de la lectura de lo escrito por Melvin -que de cierta forma está relacionado con la temática del post anterior- vino a mi mente una reflexión que comenté en su blog y que comparto con los visitantes de este espacio.

Es un hecho que, en mayor o menor medida, la pobreza ha estado con los hombres desde su existencia misma.
Obviamente que no veo a Dios como el culpable de este mal, antes bien considero a la pobreza como una consecuencia de la conducta del hombre a partir de su naturaleza caída.

Pero no creo que sea culpa de los hombres solo en términos de víctimas y victimarios, (aunque los hay de ambos tipos) sino de la propia imposibilidad de la humanidad para administrar equidad.

Es una realidad innegable y hasta cierto punto curiosa, que los países con mayor nivel de desarrollo son aquellos que han resultado menos favorecidos por la naturaleza. Más frío, menos agua, menos recursos del suelo...

Al respecto, es interesante lo planteado por el famoso pensador alemán Max Weber, que trató justamente esta temática.

Weber ponía de manifiesto la importancia del peso de la ética por sobre las condiciones ambientales e incluso sobre las oportunidades históricas.

Pero Weber -y yo concuerdo con él-, no se refería específicamente al peso de la ética de los protestantes foráneos, sino a la ética de los propios pueblos capaces de determinar su prosperidad o pobreza en base al concepto de Justicia.

Entonces, el mal de la distribución, radica, a mi juicio, en las propias idiosincrasias, antes que en las ajenas. Obviamente, los países centrales, y sus empresas, contribuyen a la explotación y a la pobreza. Pero solo lo hacen porque la estructura idiosincrásica de los “subyugados” lo permite.

A mi entender, la evangelización es la manera de quebrar las rigideces culturales que impiden la visión de equidad.

Que la Biblia llegue a los pueblos pobres, hará que, a la larga, dejen de serlo, porque las ideas de justicia y amor habrán de elevarse poco a poco en su peso hasta hacerse relevantes.

Creo que si los países centrales entregaran todo sus productos brutos internos a los países del Tercer Mundo, no sucedería otra cosa que más desigualdad, guerras y finalmente más pobreza.

Creo que los cristianos que tenemos acceso a ciertos elementos de confort -llamémonos occidentales si quisiéramos-, debemos tener conciencia del problema. Pero también debemos tener conciencia que la solución no es regalar materiales, sino espíritu. Y de eso se trata el Evangelio y la Palabra de Dios.

Por Daniel Dañeiluk - El Ojo Protestante.
Imagen tomada de Melvin Rivera
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