4 de febrero de 2009

Hijitos, cuídense de los ídolos.

Es una advertencia que suele pasar inadvertida por el creyente que, en cierta manera, se siente excluido de esta exhortación.
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Pareciera que la idolatría es un problema de los católicos, de las religiones orientales o africanas. En fin, un problema ajeno.

Sin embargo, la advertencia está dirigida específicamente a los creyentes. ¿Por qué Juan, inspirado por Dios, se encargaría de dejar documentada tan clara advertencia? (1ªJn 5:1).

La naturaleza de la psicología humana es favorable a la generación de líderes.
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Cuando estos líderes adquieren cierto grado de trascendencia, lograda a partir de sus méritos, aptitudes o imagen, pueden pasar a un nuevo status o nivel, llegando a transformarse en IDOLOS.

Esta naturaleza humana a la que me refiero es compartida por los creyentes. De allí su propensión a formar ídolos.
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Pero ¿Se trata de ídolos a la forma de imágenes o esculturas? No necesariamente.
Los creyentes construyen ídolos de carne y hueso.

El problema es mayor cuando el ídolo es un “formador de opinión”. Tal caso podría aplicarse a un predicador o escritor.
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Si a lo largo de su carrera, esta persona, devenida en ídolo, distribuye masivamente sus mensaje ganando adeptos en forma indiscriminada, su palabra adquiere una autoridad magnánima por la sola condición de provenir del “Ídolo”, aunque no tenga mayor sustento.

Creo que hemos visto este fenómeno con muchas personalidades trascendentes del mundo cristiano, tales como Jimmy Swaggart, Marcos Witt o Rick Warren.
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Su actividad efectiva y definitivamente incuestionable, al menos en sus comienzos, ha hecho que los miembros de muchas iglesias, e incluso congregaciones enteras, lleguen al punto de cambiar su liturgia y sus dogmas en razón de sus proposiciones.

Muchos líderes y pastores han hecho uso y abuso de la imagen de esos líderes y sus propuestas, para crecer en su imagen personal, para resaltar sobre otros, para no quedar excluidos o simplemente para usar, de buena voluntad, la excelente herramienta metódica que habían encontrado.

Entonces ¿Cuál es el problema?
Éste surge cuando estos líderes transformados en ídolos se desvían o caen. En el hecho, arrastran consigo a una multitud de cristianos devenidos en sus fans. La situación: Escándalo y/o confusión.

Hoy en día vemos como grandes ídolos consagrados (vienen más) se muestran abiertamente, ya no solo predicadores del cambio litúrgico o dogmático, sino del propiamente doctrinario.

A modo de ejemplo, Witt y Warren, entre otros (ya dije que vienen más), se identifican con o sin tapujos con el movimiento ecuménico.
¿Qué pueden hacer los pastores que planificaron sus iglesias según el modelo liberal wittista, o el más reciente y deletéreo warrenista?
Vida con propósito, Familia con propósito e Iglesia con propósito.
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Las iglesias, de a miles, han adherido a los programas de Warren como quienes han encontrado al fin el manual del verdadero cristianismo.

Si los pastores se dieran cuenta del herético mensaje ecumenista, y decidieran cortar de plano con el sistema, habrán de desdecirse de su prédica de años y perderán cientos de fieles y, aún hasta su pastorado.
¿Habrá quienes estén dispuesto a ello, a jugarse por la Verdad?
¿Quién se atreve a ponerle el cascabel al gato?

El proyecto ecumenista, al que referí recién, es una estrategia planeada a distancia.
¿Cómo decirle a quien conoció a Cristo mediante algún programa de “Propósitos de Warren” o mediante el apogeo de marcos Witt, que el mensaje que escucharon y la vivencia que tuvieron era real, pero que los hombres han desviado su camino, o peor, que quizás, tan solo quizás, siempre han sido lobos con piel de oveja?

Obviamente, la cuestión es muy difícil. El problema es mayúsculo.

Ya adentrados en los últimos tiempos, tiempos de Apostasía, no podemos desconsiderar el advenimiento próximo del Anticristo. Pero ¿Cómo haría el Anticristo para revelarse con todo su esplendor en el poco tiempo que se le otorga desde el rapto de la Iglesia?
He aquí la respuesta: LOS ÍDOLOS, en otras palabras, hombres de carne y hueso, formadores de opinión o como se refiere la Biblia a ellos “falsos profetas”.

De este tipo de hombres, cuyas palabras son palabras de autoridad, son los que darán testimonio y entregarán el poder a la Bestia.

¿Podemos entender entonces porque Dios nos advirtió “Hijitos, cuídense de los ídolos”?
Recomiendo a los hermanos la lectura de Apocalipsis capítulo 19.

¡Bendiciones!

Daniel Dañeiluk

Gentileza: El Ojo Protestante.
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