9 de noviembre de 2018

NO MIREMOS AL PECADO CON OJOS INDIFERENTES. - Por Charles Spurgeon.




Cuando recordamos nuestros pecados, «sobremanera pecantes», ¿podemos permanecer impasibles e indiferentes? ¿No clamaremos al Señor, pidiéndole renueve las seguridades de su amor perdonador?

Y pensando en esto, lloraba (Marcos 14:72)

Algunos piensan que Pedro, mientras vivió, lloraba al recordar que había negado a su Señor. No es improbable que sea así, pues su pecado era muy grande y, después, la gracia tuvo en él su obra perfecta. Esta misma experiencia es común a la familia de los redimidos, según el grado en que el Espíritu de Dios haya cambiado el corazón de piedra.

Nosotros, nuestra jactanciosa promesa: como Pedro, recordamos nuestra jactanciosa promesa: «Aunque todos sean escandalizados, mas no yo». Nosotros también comimos nuestras palabras con las hierbas amargas del arrepentimiento. Cuando pensamos en lo que prometimos ser y en lo que en realidad fuimos, bien podemos verter torrentes de lágrimas.

Pedro pensaba en la negación de su Señor: en el lugar en que lo hizo, en el insignificante motivo que le condujo a tan grave pecado, en los juramentos y blasfemias que usó para confirmar su falsedad, y en la terrible dureza de corazón que lo arrastró a obrar así repetidas veces.

Cuando recordamos nuestros pecados, «sobremanera pecantes», ¿podemos permanecer impasibles e indiferentes? ¿No clamaremos al Señor, pidiéndole renueve las seguridades de su amor perdonador? Jamás miremos al pecado con ojos indiferentes para no tener, dentro de poco, la lengua quemada con las llamas del infierno.

Pedro pensaba también en la amorosa mirada de su Maestro. El Señor acompañó la señal del canto del gallo con una mirada de tristeza, de compasión y de amor. Esa mirada Pedro nunca la olvidó. Fue más eficaz que diez mil sermones sin el poder del Espíritu.
  
El penitente apóstol lloraría, sin duda, al recordar el amplio perdón del Salvador, que lo restauró a su posición anterior. Pensar que hemos ofendido a tan bondadoso y clemente Señor es más que suficiente para que lloremos constantemente. Señor, hiere nuestro duro corazón, y haznos llorar.

Gentileza Jóvenes Cristianos - Por CHARLES SPURGEON

Charles Haddon Spurgeon, (19 de junio de 1834 - 31 de enero de 1892) fue un pastor bautista inglés. Aún es conocido por la gente como el Príncipe de los Predicadores.


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