
Las visiones y misiones en sus inicios se sustentan con Dios mismo y su Espíritu Santo. Pero, .....
1 de octubre de 2018
DOS MENTIRAS DE AL CESAR LO QUE ES DEL CESAR.
Hablar de “presencia de la iglesia
evangélica en la política” es igual que hablar de “lobby agnósticos” o “bancada
atea” participando en la política.
Leemos u oímos a menudo en los medios
que el “lobby cristiano” o “la iglesia evangélica” está saliéndose de su papel
de identidad y servicio espiritual y llevando “la religión” a la política.
Y a menudo usan la frase de Jesús de
“Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”, como si el
sentido de esta frase fuese una orden para que el cristiano no participe en la
actividad de la vida pública.
Nada más lejos de la realidad. Lo que
Jesús dice es que participe, que dé al César lo que es del César, que en lo que
corresponda ejerza su papel como ciudadano.
(Otra cuestión es cuando la
conciencia del deber ciudadano colisiona con el deber de seguidor de Jesús, que
ha sido muy bien abordado por Xesús Manuel Suárez y Marcelo Díaz en este
medio).
Y desde luego, esta orden es
personal, para el hombre y la mujer que siguen a Jesús. Nunca institucional,
para la iglesia; cuyo papel sí que debe ejercerlo al margen de la actividad
política como tal.
Volviendo a los medios y los
cristianos en la vida pública, hay una segunda falsedad. En el caso de los
cristianos evangélicos no hay loby ni religión que participa en política. De
hecho no hay posturas unánimes en los cristianos evangélicos en cuanto a
definición política, en todo caso coincidencia más o menos amplia.

Pero hablar de “presencia de la
iglesia evangélica en la política” es lo mismo que hablar de “lobby agnósticos”
o “bancada atea” participando en la política.
La realidad es que se quiere negar al
cristiano evangélico o protestante el derecho y deber a participar en la vida
pública desde sus convicciones, algo que sí se respeta para el resto de
personas al margen de sus creencias.
Porque la vida pública es el espacio
en el que todas las formas de entender y valorar la convivencia y la vida
llegan a puntos de acuerdo y consenso. No el lugar en el que se impone una sola
ideología monolítica a toda la población.
Incluso quien se abstiene de
participar ya está participando con su pasividad, que es otra forma de hacer
política: que los demás decidan por mí, por mis hijos, por mi sociedad. Yo,
desde luego, no creo que esta forma pasiva sea la mejor forma de ser sal y luz
en la sociedad.
Pero cuando un ciudadano o ciudadana
de fe evangélica se compromete en la vida social, no sólo tiene el mismo
derecho de quien es agnóstico, ateo o de cualquier creencia. Está cumpliendo la
misión que el propio Jesús le encomendó. Como antes de él hicieron José con el
Faraón, Daniel con Nabucodonosor, Ester y Mardoqueo con el rey Asuero, y un
largo etcétera.
Que cada creyente elija libremente y
en conciencia su lugar, pero que nadie se lo niegue. Y si nos lo niegan,
derribemos esos muros de intransigencia que coartan nuestra libertad como
ciudadanos y personas de fe.
POR PEDRO TARQUIS
Gentileza: Evangélico Digital
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