23 de diciembre de 2008

Mis mejores deseos con la bendicion de nuestro señor.

.

.
La navidad, más que algo material para alegrar a nuestros hijos y niños, es la posibilidad de re-encontrarnos con el concepto Cristiano de antaño. Nuestra mente humana, da para mucho, pero nuestra espiritualidad y mas aun nuestra fé es la clave de los mejores deseos para todos vosotros.

Mi deseo, es que nuestra gente disfrute en familia con sus seres queridos, que hagan un espacio de encuentro con el hombre mas importante de nuestra historia y el mas leído por todas las culturas del planeta. Que tengan esa hermosa posibilidad de encontrar y aceptar esa fé que todos saben que esta ahí, solo hay que tomarla, aceptándolo en nuestras vidas. Más, solo basta un corazón dispuesto.

Sin caer en los fanatismos: ¿Que es lo que desea un Padre para sus hijos? - ante todo lo mejor, buscará las formas para estar ahí - cuidarlo, amarlo, orientarlo, etc - Así es también la persona que sin ser nombrada es.

Tengan Uds., unas fiestas en unión, con mis bendiciones.

Carlos Saavedra Martínez
.

18 de diciembre de 2008

La Casa de los Panaderos - Comunidad Cristiana Antofagasta.

.

.

Inicios Auditorio Comunidad Cristiana Antofagasta

La bendicion esta presente para cada uno de vosotros, La Comunidad Cristiana de Antofagasta, nos toma cual padre cuida y cobija a sus hijos, con la bendicion de nuestro Pastor principal Santiago Rojas con su señora esposa.
.

.

Desde Antofagasta, con nuestra bendicion....Comunidad Cristiana Antofagasta.

SEMINARIO DE ADORACION PROFETICA........
.

.

12 de diciembre de 2008

¡Enseñemos a orar!

¿Le gustaría iniciar un ministerio de oración en su iglesia pero no sabe cómo? ¿O tal vez le gustaría dar un aire de renovación al que ya existe? El pastor Daniel Henderson desea compartir con usted prácticos pasos que lo pueden ayudar a vitalizar su grupo o ministerio de oración.

Pasos para experimentar momentos vitales y vivificantes en un grupo de oración.

El pastor que fue mi predecesor en la iglesia donde sirvo estuvo durante cuarenta años. Por eso, traer cambios a esta congregación sería una obra sobrenatural de Dios o un suicidio profesional.

Mi primera predicación resaltaba la importancia de aprender a orar en comunidad. Nuestra prioridad, dije, era convertirnos en una casa de oración. La mayoría de las personas tienden a buscar satisfacerse ellas mismas, así que promover el deseo de buscar a Dios era esencial para revitalizar esta iglesia y así disfrutar de un nuevo nivel de impacto. Y ese deseo tenía que surgir en la vida de estas personas para que la iglesia, como un todo, se transformara.

Reúna a los líderes de oración

Un día, anuncié que buscábamos personas que quisieran seriamente orar por la iglesia. No los conocía lo suficiente como para elegir líderes para un ministerio, así que busqué personas que ya sintieran pasión por la oración. Un puñado de voluntarios. Junto a los líderes de oración, estas personas integraban el centro que dirigiría una renovación en la oración.

Capacité a estos líderes en cuatro áreas.

Los atributos personales de un líder de oración. Edificar los corazones de los líderes de oración es el paso más importante. Les recordé: «El ministerio de oración nunca llegará más allá de la pasión personal de aquellos que lo dirigen.»

El primer atributo que buscamos es motivación. Los líderes deben tener en claro en su mente y corazón la razón por la cual oramos. No es una estrategia para hacer crecer la iglesia; no es torcer el brazo de Dios para alcanzar una renovación. La oración no se trata de la iglesia. El enfoque debe ser buscar a Dios y conocerlo, no buscar lo que puede hacer por nosotros.

El segundo atributo es convicción. Llevamos a cabo 130 programas en nuestra iglesia. Algunas personas piensan que la oración es el programa #131. Nuestros líderes no deben pensar eso. La oración no es otro programa en la iglesia, la oración es lo que mueve todo lo que hacemos.

El tercer atributo es longevidad. Inspirar a otros a orar es un llamado permanente.

Una mañana muy temprano tuve que dejar mis cómodos cobertores y mi cama para asistir a una reunión de oración. Después de dirigir muchas reuniones de oración todas las semanas durante años, le imploré a Dios: «Estoy cansado, Señor. ¿Cuánto tiempo más debo hacer esto?»

«¿Cuánto tiempo más te vestirás, te afeitarás, y te cepillarás los dientes?» —sentí que me dijo— «Hasta que mueras, de igual forma orarás». Los líderes de oración deben siempre orar hasta el fin.

La visión para la oración colectiva. Nuestra cultura individual nos roba la visión para la oración colectiva. Se cree que la devoción privada es lo ideal. Pero las Escrituras nos enseñan que la iglesia oraba: todos juntos. Y Jesús nos enseñó a orar en un sentido colectivo. El lenguaje de Mateo 6 es esencialmente: «Vosotros, pues, orad de esta manera: “Padre nuestro” y “danos hoy el pan nuestro de cada día”». Su ideal era que oráramos en comunidad. Las personas que han reflexionado sobre esta enseñanza me han preguntado: «¿Qué es más importante, la oración privada o la colectiva?»

Respondo: «¿Cuál pierna utilizas más para caminar, tu derecha o tu izquierda?»

Las prácticas dinámicas de las verdaderas reuniones de oración. Me crié en una iglesia donde las reuniones de oración eran, bueno, aburridas. Un triste himno, un estudio bíblico que no tenía ninguna relación, y treinta minutos escuchando las aflicciones y necesidades de la comunidad me hacían creer que todo el mundo sufría de dolores físicos y problemas financieros. Las verdaderas reuniones de oración van más allá de oraciones que dicen: «Bendícelo, acompáñala». Recuerde que la oración nos puede elevar hasta la presencia de Dios.

Jesús le enseñó a los discípulos a empezar con adoración —«Santificado sea tu nombre». Desarrollamos reuniones que inician con adoración y que en vez de enfocarse en informarle a Dios todos los problemas que él ya conoce, dirigimos a las personas a que estrechen su comunión con Dios. Le enseño a los líderes que «si oran para buscar el rostro de Dios, conocerán su mano. Pero si buscan su mano, perderán de vista su rostro.»

Nuestras reuniones de oración empiezan con pasajes bíblicos, declaraciones del carácter de Dios, y cantos espontáneos de alabanza. Todas las peticiones quedan en espera hasta que hayamos adorado y nos hayamos conectado con el corazón, la mente de Dios y los propósitos de su reino.

Principios para manejar las reuniones de oración. Queremos que los líderes de oración faciliten las reuniones de oración. Parte de su capacitación involucra el manejo de distracciones comunes; como por ejemplo, la falta de concentración y miembros quienes hablan lentamente y por horas, discursos que no tienen ninguna relación. Le enseñamos a los líderes a implementar temas claramente definidos para fomentar la concentración, a usar un canto y una instrucción cortés para centrar a un grupo que se ha desconcentrado.

Algunos de nuestros líderes se preocupan por saber si Dios aprueba la dirección que ellos le dan a las reuniones. Les digo: «Dios no está pensando si ustedes oran por la India y después por Sudamérica. Él simplemente se deleita de que estén dirigiendo a su pueblo hasta su presencia.»

Esa primer clase de capacitación se convirtió en un programa de seis semanas que hemos repetido muchas veces. Durante el programa, cada líder tiene la oportunidad de dirigir el grupo en oración, después discutimos y afirmamos su liderazgo. También los exponemos a extraordinarias formas de expresión —caminatas de oración, compañeros de oración, incluso un «chat» en Internet para orar. La meta es ayudarlos a tener iniciativas de oración en las formas en que Dios los está guiando.

Poco tiempo después de haber empezado nuestra primer clase de capacitación, anuncié una reunión de oración que duraría tres días y que la llevaríamos a cabo a las afueras de la ciudad. Pensé que unas veinte personas aceptarían la invitación. Más de cien participaron de ese retiro de oración. El entusiasmo de nuestros líderes de oración capacitados ya había empezado a movilizar a la iglesia. En los últimos ocho años, hemos tenido 22 retiros, cada uno dirigido por un líder de oración laico y han asistido entre 80 a 250 personas.

Nuestra reunión de oración de los jueves por la noche, la cual atrae a cientos de personas, se ha convertido en el contexto de la iglesia para alcanzar una visión y para iniciar un ministerio. Nuestros líderes capacitados han creado docenas de oportunidades para expresiones de oración, entre ellas reuniones de oración, compañeros de oración para pastores, y nuestro Centro de Oración Mundial, un ministerio de intercesión por la iglesia mundial.

Alguien dijo por ahí que cuando trabajamos, trabajamos; pero cuando oramos, Dios trabaja. Me he dado cuenta de que el mejor trabajo que puedo hacer es orar y capacitar a otros para que dirijan las oraciones con pasión para ver a Dios trabajar. Es una inversión que trae cambio en la vida y una renovación permanente a medida que edificamos una casa de oración —juntos.

Daniel Henderson es pastor en Sacramento, California. Este artículo se publicó por primera vez en Leadership Journal, usado con permiso. Título del original: Teaching a Church to Pray. Copyright © 2001 por el autor o por Christianity Today International. Traducido y adaptado por DesarrolloCristiano.com, todos los derechos reservados. Copyright 2005

Por Daniel Henderson

Gentileza: Desarrollo Cristiano.
.

9 de diciembre de 2008

La pobreza: pecado del primer mundo.

Lc. 21:1-4 – “Levantando los ojos, vio a los ricos que echaban sus ofrendas en el arca de las ofrendas. Vio también a una viuda muy pobre, que echaba allí dos blancas. Y dijo: en verdad os digo, que esta viuda pobre echó más que todos. Porque todos aquellos echaron para las ofrendas de Dios de lo que les sobraba; mas ésta, de su pobreza echó todo el sustento que tenía”.

El relato de Lucas presenta el evangelio desde el testimonio y el compromiso de coherencia de los últimos: Zacarías Elisabet, la profetisa Ana, Simeón, María y José. Pero, además, el papel de las viudas es especialmente subrayado por Lucas: 4:25-26, la viuda de Sarepta; 7:12, la viuda de Naín; 18:3-5, la insistencia de la viuda ante el juez; 20:47, las viudas cuyos bienes son devorados por los escribas. Y, por contra, coloca en crisis a los ricos, los sabios y los poderosos: 1:53, “A los hambrientos colmó de bienes y a los ricos envió vacíos”; 6:24, “¡Ay de vosotros, ricos! Porque ya tenéis vuestro consuelo”; Lc. 16:19ss, el rico y Lázaro.

Un ejemplo es el texto que sugerimos. Los ricos, religiosos y hombres de bien no le llegan ni a la altura del zapato a una viuda pobre, aunque han dado mucho más que ella en el arca del tesoro del Templo. Cualquier mirada ajena a lo que sucedía allí que hubiese contemplado esa escena, sabría distinguir la “pobre ofrenda” de la viuda y reconocer la “enorme generosidad” de aquellos personajes. Pero la mirada que juzga no es la de los hombres, sino la de un Dios que ve y sabe no sólo lo que uno da, sino cómo da, por qué da y con cuanto se queda una vez que ha ofrendado.

El manejo del dinero de los ricos, visto y valorado como un hecho aislado, pasa por ser una buena acción, pero la ofrenda de la viuda desde su condición de pobre, dando todo lo que tenía, relativiza esa conducta. A partir de aquí, ya no vale la cantidad de donativos en sí mismos, sino que estos han de ser valorados desde los bienes y las posibilidades del donante. Una mujer, viuda y pobre ha demolido con su sencilla ofrenda un modo de dar contaminado, hipócrita y egoísta. Lo que cuenta es un corazón limpio, sincero y generoso que, desde la más absoluta gratuidad, se ofrece a Dios no dándole las sobras, sino lo mejor de uno mismo. La seudo-generosidad como “pose religiosa” es invalidada, mientras que la ofrenda sincera es aceptada como una acción de valor incalculable.

Este es, precisamente, el mensaje de evangelio del reino que Jesús ilumina con la historia de la viuda pobre. Para los ricos, a causa de su ofrenda, no cambia nada porque siguen viviendo desde su abundancia sin que sea perturbada su plácida y tranquila existencia. Sin embargo, el comportamiento de una excluida del sistema ha hecho, desde la lectura e interpretación del Señor, que muy poco sea mucho y mucho sea muy poco. Y que, además, ese “muy poco” aparezca legitimado por una actitud de amor y generosidad, y ese “mucho” no sea más que una falsificación de las verdaderas motivaciones del corazón. En el complejo mundo de las disposiciones internas, es necesario mirar las cosas del derecho y del revés.

EL MUNDO ESTÁ AL REVÉS: EL PLOMO APRENDE A FLOTAR Y EL CORCHO A HUNDIRSE.

La aptitud más útil para abrirse paso y sobrevivir, el killing instint, el instinto asesino, es virtud humana cuando sirve para que las empresas grandes hagan la digestión de las empresas pequeñas y para que los países fuertes devoren a los países débiles, pero es prueba de bestialidad cuando cualquier tipo sin trabajo sale a buscar comida con un cuchillo en la mano. Los enfermos de la patología antisocial, locura y peligro que cada pobre contiene, se inspiran en los modelos de la buena salud del éxito social1. Las posibilidades de que el banquero que vacía un banco pueda disfrutar en paz del fruto de sus “afanes”, son directamente proporcionales a las posibilidades de que un ladrón que roba un banco acabe en la cárcel o en el cementerio. Comenzamos

¿LA ETI… QUÉ?

Si anhelamos la “pole position” en “el mundo al revés” hay que aceptar el sentido utilitario de la propia existencia porque, si renunciamos a todo valor ético ha de ser a lo grande. Repasemos el catálogo del “jeta anti-ética”.

¿Justicia? No, provecho.

¿Amor? No. Placer

¿Criterio? No. Vasallaje.

¿Convicciones? No. Adaptaciones.

¿Compartir? No. Competir.

¿Repartir? No. Acumular.

¿Discreción? No. Exhibición.

¿Humildad? No. Ostentación.

¿Dignidad? No. Compraventa.

¿Prójimo? Si. Yo.

Comienza a probarte la moda impostora de la temporada. Hazte varios “trajes y vestidos” a medida con el fin de combinarlos según la ocasión, siguiendo los cánones de actualidad y estilo, es decir, farsa y engaño para ir a la última en el mundo al revés2.

LA VERDAD SOBRE LA MENTIRA.

¿A que te gustaría saber cómo pueden convertirse grandes embustes en aparentes verdades? Es preciso conseguir la excelencia en algo que seguramente ya practicas instintivamente con el fin de convertirte en un trolero convincente. Pero, cabría preguntarse: ¿Vivimos en una sociedad embustera? Si, sin duda. No nos engañemos, vivimos en el mundo de la impostura, en la era de la simulación, en el tiempo de la supercheria y la mentira y nos hemos acostumbrado a ello con la misma naturalidad con la que esquivamos las cacas de los perros en las acercas de las calles.

Por eso, hay que aprender de los profesionales del sector. ¿Qué te pillan en una mentira? Tono distante, sereno, de resignada disconformidad y digno victimismo. Nunca, jamás, reconocer el desliz. ¿Qué te pillan en una gran mentira? Careto inalterable e inexpresivo como corresponde a la gente que se autoatribuye la condición de ser “de bien” o, incluso, “de mucho bien”. ¿Que ese cliente clave se pone inaguantable? Mirada sumisa, sonrisa dentífrica, pelillos a la mar, genuflexión y palabras condescendientes. Pero, eso si, nunca nadie debe saber la verdad sobre lo que piensas y sientes.

¿Te imaginas a un obispo liado a guantazos con un ateo porque le ha llamado meapilas? ¿Verdad que no? Pero eso no quiere decir que el jerarca no esté hasta la mitra del hereje aunque aparente santa resignación. Por eso, hacia los demás siempre una muy digna retención, prudencia y un piadoso “perdónales porque no saben lo que hacen”. ¿Nos vamos entendiendo? Necesitamos que todos nuestros embustes y apariencias superen la prueba y adquieran denominación de origen de autenticidad.

Nos pasamos la vida mintiendo, por necesidad o provecho, por bribones y sinvergüenzas, o por miedosos y caguetas. De verdad ¿resulta inimaginable sobrevivir un solo día en esta despiadada jungla del “yo, yo y siempre yo” sin tener que recurrir mucho o poco al escudo de la mentira? ¿Verdad que no? Pues entonces. Para militar en el mundo al revés hay que practicar estos “carismas”.

ROBAR O ROBAR, ESA ES LA CUESTIÓN.

La relación entre el significado de una palabra y su aplicación a un hecho concreto cada día parece más difusa y, si hace falta, se difumina aún más. Hay cosas muy claras, por ejemplo: Robar una gallina a punta de navaja ha sido, es y será un robo. Hasta aquí, todo claro. Quitarle al prójimo la cartera en el metro ha sido, es y será hurto. De nuevo están las cosas claras. Pero si vamos un poco más lejos comienzan las complicaciones: conspirar para alterar el precio de algún bien o servicio con el fin de obtener un lucro personal ¿debería considerarse un robo descarado? ¿ y comprar un terreno hoy en 10 y en un mes venderlo en 1000, porque de por medio se forzaron ciertas recalificaciones? ¿y usar información privilegiada para conocer el día clave en que interesa comprar o vender diferentes productos financieros? ¿A que las cosas comienzan a estar difusas.

Porque, claro, ¿quién puede pensar que una señora que usa ropa interior de Christian Dior pueda ser una timadora? ¿Quién osaría suponer que ese sujeto que viste trajes de Armani está arruinado y no es más que un “ratero” a lo grande? ¡Por favor! Los timadores y los arruinados usan lencería de rebajas en Carrefour y trajes de 2 x 75 euros. La violencia moral que represente el dominio de las apariencias para envolver con atractivo embalaje la verdad más auténtica de los intereses creados, se sitúa en la cima de la pirámide del cinismo3, Pero, además, todas estas cosas tienen con frecuencia un impresentable e incondicional aliado: los hombres de la religión que, con frecuencia, parecen sufrir de amnesia colectiva cuando se trata de poner al descubierto estas cuestiones ¿Cuántas veces hemos escuchado una predicación en la se haya hecho referencia crítica al pecado de la evasión de capitales, el abuso usurero, el tráfico mercantil defraudador, la especulación, la explotación del ser humano (hombre, mujer o niño) o el blanqueo de dinero, delitos que por su naturaleza sólo podrían cometer las clases privilegiadas y rara vez el albañil, el ama de casa, la operaria de la fábrica, el mecánico o la señora de la limpieza? ¿Por qué regla de tres el discurso sobre el pecado ha de machacar siempre a los pobres, los sencillos, los últimos?

Curiosamente, cualquiera de las operaciones mencionadas anteriormente, reportarían a su autor el equivalente al robo de 10.000 gallinas (por decir una cifra) o de 20.000 carteras (por decir otra), pero aquí, ante estos nuevos supuestos es muy probable que surjan voces que nos digan: Alto, que no está tan claro. Algunos de esos ejemplos no se pueden considerar robo o estafa. Depende. No se puede ir por ahí poniendo en duda así como así la reputación de las personas. ¿Depende? Debe realmente depender cuando hacemos un repaso estadístico del número de reclusos en las cárceles españolas por robo de gallinas o carteras y, por otra parte, de los que hay por los hechos referidos anteriormente. Algo se nos escapa cuando la economía criminal organizada internacionalmente representa ya, según todas estimaciones más del 20% del PIB mundial, mientras en las cárceles prácticamente habitan sólo roba gallinas y traficantes de menores. Es el mundo al revés, una vez más.

¿OTRO MUNDO ES POSIBLE?

¿Existe otra forma de vivir? ¿O debemos conformarnos con formar parte del sumiso “rebaño lanar” en un mundo patas arriba? ¿Se puede ser, estar y participar de la propia existencia desde una auténtica libertad en una sociedad en la que todo tiene un precio?

Contestemos a este sencillo cuestionario:

¿Cuántas veces hemos dicho “si” a algo cuando hubiéramos querido decir “no”?

¿Cuántas veces hemos mirado a otra parte cuando la realidad que teníamos delante comprometía demasiado?

¿Cuántas veces nos hemos visto “obligados” a no colocarnos al lado de quien queríamos por hacerlo del que convenía?

¿Cuántas veces hemos ocultado nuestras convicciones por miedo a que no fueran aceptadas?

Pero, claro, es que poner en cuestión el poder significa romper el orden establecido y eso es impopular y tiene un costo muy grande. Perdón, eso se llama LIBERTAD. LI-BER-TAD.4 La libertad de aprender a no arrugarse y siempre decir lo que uno piensa y siente, empezando por poner en cuestión un sistema que deshumaniza, empobrece, denigra y nos convierte en silenciosas y sumisas “ovejas de la manada”.

¿Cuánto vale decir por ahí no paso? ¿Cuánto denunciar la corrupción que nos rodea de continuo mientras multitud de personas son ninguneadas, ignoradas, humilladas, empobrecidas y muchas de ellas mueren cada día de hambre a causa de “accidentes” en la aldea global? ¿Cuánto vale defender las propias convicciones anteponiéndolas a cualquier otro provecho? Eso es libertad, LI-BER-TAD y la podemos encontrar en la persona de Jesús, en su mensaje, en su compromiso de vida y en las palabras de su evangelio:

Jn. 8:31, 36; Gál. 5:1 – “… Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres… si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres… Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres”.

Por Eduardo Delás – España

Gentileza: Lupa Protestante.
.

4 de diciembre de 2008

La fuerza de la debilidad (I)

«Cuando soy débil, entonces soy fuerte»

«Mi gracia te es suficiente; porque mi poder se perfecciona en la debilidad»

El apóstol Pablo se vio afectado por un «aguijón», esto es, una forma de sufrimiento prolongado, intenso y que limitaba su ministerio. No sabemos con exactitud qué era esta espina, aunque todo apunta a una enfermedad crónica, posiblemente relacionada con la vista. En este escrito no vamos a centrarnos en el qué del aguijón, sino en cómo lo afrontó el apóstol, en especial cómo consiguió encontrar fuerzas en medio de su situación de sufrimiento.

La primera reacción de Pablo fue lógica y natural: le pide al Señor que le quite el aguijón. Ante una situación de sufrimiento es legítimo pedir que Dios lo elimine si es su voluntad. Hasta el Señor Jesús mismo pidió al Padre que «si es posible, pase esta copa de mi, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya». Pablo oró «tres veces», expresión que no hay que tomar de forma literal sino que más bien significa «numerosas veces» tal como apuntan muchos comentaristas. Sin embargo, la respuesta a esta oración ferviente y prolongada no es la liberación, sino la provisión de lo necesario para vivir con gozo su situación de sufrimiento crónico. ¡Dios no le quita, le da! Esta idea es esencial para comprender cómo ve Dios nuestros aguijones. Para nosotros la «solución» consiste en eliminar el problema. La visión de Dios, sin embargo, es muy distinta: para él lo más importante no es la ausencia de sufrimiento, sino su presencia en medio de este sufrimiento y los recursos que tal presencia conlleva. ¿Cuáles son estos recursos?

La respuesta viene en dos frases, cada una de las cuales alude a sendos recursos para aceptar el aguijón: la gracia y el poder. De hecho, ambas están íntimamente relacionadas porque el poder -o fortaleza- es una consecuencia de la gracia. Observemos, ante todo, el énfasis del texto en el origen divino de ambos recursos. Lo que en español aparece como un simple adjetivo posesivo «mi», en el original es un genitivo cuya traducción literal sería: «el poder de mí» y la «gracia de mí», estructura gramatical que busca resaltar su procedencia. Este énfasis confirma nuestro argumento: hay unos recursos que trascienden la capacidad del ser humano, van más allá de cualquier técnica psicológica o de medidas sociales. Son los recursos que vienen de Dios y que sólo se consiguen a través de una experiencia espiritual.

Gracia: «Mi gracia te es suficiente»
Estamos ante una de las frases más luminosas de toda la Biblia. Esta afirmación, tan breve como poderosa, ha sido fuente de consuelo a miles de creyentes afligidos por debilidades y pruebas. Ahí tenemos el meollo de la lucha contra el aguijón. Ésta era la lección fundamental que Pablo necesitaba aprender. La palabra «gracia» se alza majestuosa en medio del pasaje cual clímax insuperable. Estamos aquí tocando la cúspide de la montaña. El sufrimiento crónico es un largo camino, tortuoso a veces, difícil. Pero ahora tenemos ante nuestros ojos el final del trayecto: «mi gracia», esta gracia que no es un frío concepto teológico, sino el poder de Dios operando de formas muy concretas en la persona y en sus circunstancias. La gracia nos lleva ante la majestad misma de Dios porque, como escribió Tomás de Aquino en la Summa Theologica, «la gracia es, ni más ni menos, que un cierto principio de gloria en nosotros».

Cabe preguntarse por qué Dios le responde a Pablo de forma tan escueta. ¿Qué pueden hacer cinco palabras ante tantos años de lucha interior, de sufrimiento inexplicable? Parece legítimo deducir que Dios, con su rotunda brevedad, quiere enfatizar que hay un solo camino para la victoria final ante el aguijón. Podemos parafrasear la frase de Jesús a Marta y aplicarla a la gracia: «afanado y turbado estás por el aguijón, pero una sola cosa es necesaria. Te basta mi gracia».

¿Qué significa, entonces, esta expresión «mi gracia te es suficiente»? Y, sobre todo, ¿cómo influye en la aceptación del aguijón? Tal como señalan algunos comentaristas, la palabra gracia aquí alude a «la ayuda del Espíritu Santo que viene como parte del favor inmerecido de Dios». Así pues, no estamos sólo ante el precioso don de Dios que un día nos salvó -la gracia salvífica- , sino ante el inmenso caudal de ayuda práctica que Dios nos proporciona cada día. La gracia es el conjunto de recursos sobrenaturales que vienen de Dios gratuitamente y que nos permiten luchar contra el aguijón con un poder divino. Ahí radica la diferencia esencial entre la persona creyente y la no creyente al afrontar el sufrimiento: en sus recursos. La situación de aguijón puede ser la misma, pero el creyente tiene unos medios de los que carece la persona sin una fe personal en Dios. Más adelante consideraremos estos valiosos instrumentos que la gracia contiene.

¿En qué sentido la gracia es suficiente? Pablo recibe justo lo necesario para que la aceptación sea «de buena gana» (2 Co. 12:9) y «con gozo» (2 Co. 12:10). No se trata de soportar el aguijón o de sobrevivir en medio de la prueba. Esta actitud no es suficiente. Mal asunto cuando aceptamos las espinas a regañadientes, sólo porque no hay más remedio. Dios no quiere esta aceptación forzada más cercana a la resignación estoica. El nivel de suficiencia que Dios pide es mucho más alto: Él no quiere hijos «gruñones», sino «más que vencedores» en expresión memorable de Pablo (Ro. 8:37).

Poder: «Porque mi poder se perfecciona en la debilidad»
La segunda frase viene introducida con un «porque». Se trata de una explicación que amplia la afirmación anterior. Probablemente Pablo -hombre que ya antes había sido transformado por la gracia divina en otras facetas de su vida- no necesitaba esta aclaración, ¡pero nosotros sí! El Señor no se limita a decirle que se conforme con su gracia, como si fuera una orden. La frase no está en imperativo: «te ordeno que...». Dios no es un déspota autoritario. Cual padre que busca no sólo consolar, sino también convencer, le ofrece un argumento poderoso. La persona en lucha con su aguijón necesita explicaciones que son imprescindibles para una aceptación genuina. Por ello la exhortación va acompañada de una explicación convincente: «mi poder se perfecciona en la debilidad». Aquí radica el secreto que nos ayuda a entender por qué la gracia de Dios nos basta. No es sorprendente que este pasaje se haya convertido en escudero inseparable y fuente de inspiración permanente para todos los que sufrimos a causa de un aguijón.
La gran paradoja: «Cuando soy débil, entonces soy fuerte»
Por pura lógica, una debilidad es un obstáculo para cualquiera, una limitación. Así concebía Pablo su aguijón al principio. La lección que el apóstol debe aprender ahora es que Dios piensa exactamente al revés. No se trata sólo de que la espina no estorba al Todopoderoso, sino que precisamente es ahí -en la debilidad- donde el Señor puede manifestar su poder. Y aún es más, este poder divino se perfecciona, se hace «completo», en esta debilidad. Por ello Pablo afirma: «...por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades para que repose sobre mí el poder de Cristo» (2 Co. 12:9).

Nos ayuda a entender esta paradoja una ilustración que Jesús mismo utilizó. Él dijo de sí mismo «yo soy la luz del mundo... la luz en las tinieblas resplandece» (Jn. 8:12; Jn. 1:5). La luz de Cristo puede brillar con mucha más intensidad en mis momentos de oscuridad, en la penumbra del dolor. Es en «la noche oscura del alma», expresión usada por Juan de la Cruz y otros místicos españoles, que empezamos a comprender esta gran paradoja: en el túnel sombrío de mi aguijón -cuando soy débil- la luz de Cristo alcanza su máximo fulgor porque nada la enmascara. Entonces soy fuerte porque cuanto mayor es la oscuridad, tanto más brilla su luz.

En realidad, esta idea apunta a un tema trascendental que va mucho más allá del problema del aguijón. Contiene un principio vital en la relación del ser humano con su Creador. Un gran obstáculo para acercarse a Dios es sentirse fuerte, autosuficiente. Las fantasías de omnipotencia -el deseo de ser como Dios- han sido una constante en la historia de la humanidad desde que Adán y Eva fueron tentados y cayeron en este pecado de la autosuficiencia. La soberbia, una de las causas principales de nuestra rebeldía contra Dios, es un gran estorbo para la fe. ¿Por qué? Porque suele acentuarse cuando todo nos va bien en la vida, haciéndonos sentir «muy importantes». Si uno cree que es un semi-dios, entonces no hay lugar para el Dios verdadero en su corazón. Por el contrario, un sentimiento de debilidad, ya sea físico, moral o existencial suele ser terreno abonado para la fe en Dios y para que su poder se manifieste.

Por supuesto, no siempre es así. Encontramos notables ateos que sufrieron mucho, como Nietzsche, atormentado por el aguijón lacerante de una terrible enfermedad que le llevó a la locura. No obstante, detrás de la frase «yo no necesito a Dios» se esconde muchas veces el pecado de la iglesia de Laodicea: la soberbia. «Tú dices, Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; pero no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo» (Ap. 3:17).

¿Concluimos, entonces, que la fe es sólo para los débiles? O como decía el mismo Nietzsche, ¿«hay que estar suficientemente enfermo para hacerse cristiano»? Una respuesta completa a este tema escapa al propósito de este artículo. Vamos a intentar resumirla brevemente. Si entendemos por «débiles» a personas con poca capacidad intelectual, de inteligencia pobre, entonces la respuesta es claramente no. Hay ejemplos rutilantes en la Palabra de Dios y en la Historia de hombres y mujeres con un intelecto privilegiado, líderes destacados y brillantes en todas las áreas del conocimiento humano que han tenido una profunda fe en Dios. Pero en otro sentido, sí, la fe es para los débiles, para los que se sienten «pobres» -primera bienaventuranza- al contemplar su pequeñez y su miseria delante de la grandeza y la santidad de Dios. Jesús mismo nos lo aclara de forma rotunda cuando dice: «Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar justos, sino pecadores al arrepentimiento» (Lc. 5:31-32). ¿Quiénes son los débiles a los que va dirigido el Evangelio? Los que comprenden que son pecadores. Este tipo de debilidad moral y existencial es el reverso del orgullo y la autosuficiencia; es la humildad que tuvo que aprender Pablo precisamente a través de la experiencia del aguijón. El propósito de su espina era prevenir la arrogancia, «para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente» (2 Co. 12:7).

En la práctica, ¿cómo actúa la gracia? En los próximos dos temas vamos a considerar los multiformes tesoros de la gracia en relación con la experiencia del aguijón:

Fortaleza renovada: la gracia da fuerzas
Cambio: la gracia transforma
Madurez: la gracia enseña

Por Dr. Pablo Martínez Vila

Este tema es la primera parte de la serie «La fuerza de la debilidad». La segunda y la tercera parte de la serie aparecerán, D.m., en los próximos meses. Esta serie es una adaptación de un capítulo del último libro de Dr. Pablo Martínez Vila, con el título El Aguijón en la Carne. Este libro ya está disponible en la Tienda Online de Pensamiento Cristiano.

Gentileza: Pensamiento Cristiano.
.